EE.UU.: ¿nuevo diálogo con América Latina?

EE.UU.: ¿nuevo diálogo con América Latina?Si Washington quisiera abogar por nuevos vínculos con sus vecinos del Sur, debe ser más racional en las acciones y criterios, además de no intentar pasar por alto el mal sabor acumulado por los siglos de política rapaz de los Estados Unidos en el área.
   
Es que, lamentablemente, la mentalidad de negociantes y usureros desarrollada  históricamente entre las clases dominantes norteamericanas tupe sus entendederas y los lleva a más de un error político.
   
De ahí que resulten tan fuera de lugar los recientes comentarios del Departamento norteamericano de estado en boca de su más alta funcionaria, Hillary Clinton.
   
Según versiones de la agencia AP, la jefa de la diplomacia norteamericana explicó que su país trabaja por acercarse a América Latina “para contrarrestar la influencia de China, Rusia e Irán” hacia ciertos gobiernos del hemisferio.
   
Concretamente, manifestó que “las políticas contraproducentes” de la administración de George W. Bush permitieron que gobernantes de izquierda como los de Venezuela, Bolivia y Nicaragua “promovieran sentimientos anti estadounidenses y se apoyaran en Beijing, Moscú y Teherán”.
   
En pocas palabras, las buenas relaciones cantadas por la Casa Blanca en Trinidad y Tobago durante la Quinta Cumbre de las Américas, no tienen entonces como base fundamental establecer vínculos de respeto, concordia, colaboración y diálogo con sus pares latinoamericanos, sino evitar que otras pretendidas “potencias y naciones enemigas” irrumpan en un patio que, evidentemente, se percibe todavía en Washington como exclusivo.
   
Se trata de una simple operación en busca de rédito, de dividendos, en la cual se entregan sonrisas y promesas a cambio de la pretendida ascendencia sobre los implicados. Resulta, en pocas palabras, una suerte de “chantaje con gesto amable” en pleno siglo XXI.
   
Si se recuerda que lograr el dominio planetario absoluto y exclusivo ha sido la clave de las acciones oficiales norteamericanas a través del tiempo, bien mediante presiones, guerras brutales y el injerencismo sin medida, entonces es como para tomar con calma los cantos de sirena de los poseedores de tales esquemas de pensamiento e interpretación de las realidades.
   
Por lo demás, nada más injusto que afirmar que en naciones como Venezuela, Bolivia o Nicaragua sus gobernantes exaltan las pasiones contra los Estados Unidos.
   
Ninguno de los tres gobiernos mencionados ha promovido jamás una acción agresiva contra los ciudadanos estadounidenses y sus instituciones, ni pasado por alto los innegables valores en el devenir de aquella nación.
   
El asunto no es de anti norteamericanismo, sino de antimperialismo, de anticapitalismo, sistema que no ha reservado otra cosa que penurias al mundo.
   
Los revolucionarios no azuzan los chovinismos ni los odios a pueblos ajenos. Tales atrocidades no conforman su ética humanista y solidaria.
   
De manera que si la Casa Blanca aspira realmente a una “época inédita” en sus vínculos con el resto del hemisferio, tendrán que serlo también su política y proyección  hacia nuestra área. (Por Néstor Núñez)