Matrimonios en crisis
¿Aumenta más la proporción de matrimonios o de divorcios? La temática ocupa constantemente a sociólogos y psicólogos del mundo, sin marginar las ambigüedades actuales de las uniones consensuales, aquellas que conviven y se separan, sin pensar en los “papeles”, y por ende, donde no cabe el divorcio, pero sí… la separación.
La felicidad conyugal es un objetivo de quienes se aman, aunque se comprueba cada día que es difícil alcanzarla, tal vez, porque a mitad del camino es muy pronto para conclusiones, o simplemente, porque se calla el fracaso del intento, hasta que -un buen día-, ponen punto final a la relación.
Existe el concepto tradicional de que la pareja ideal depende de la conjunción de personalidades parecidas, aquellas que compartan opiniones, actitudes y valores morales. Ese criterio originó una investigación científica a partir de las diferencias entre cientos de recién casados participantes en una evaluación matrimonial.
Seleccionaron a los que no llegaban al año de unión, y la mitad se habían conocido tres años y medio antes de la boda. Además, los indicadores recogían amplio rasgo de características personales.
Los resultados fueron contradictorios porque, aunque las parejas eran muy similares, tenían poco en común en lo relativo a extraversión, escrupulosidad y emociones negativas o positivas.
Tras profundo análisis de contrastes, concluyeron que no existía evidencia de que los opuestos se atraen. Lo más sorprendente fue encontrar que las similitudes de personalidad se vinculaban a la satisfacción marital, el hecho de estar casados, o lo que es igual, de haber creado una familia; pero no ocurría así en la gama de las actitudes similares.
Ahora bien, coincidieron en que dichas características relacionadas con la personalidad tardan mucho más tiempo en hacerse accesibles y percibirse con exactitud. Por tanto no juegan un papel verdaderamente importante hasta avanzada la relación. Según los expertos, una vez que se llega al matrimonio solamente la similitud en sus personalidades influye en la felicidad conyugal, pues la convivencia requiere gran coordinación en las tareas, temas y problemas cotidianos para enfrentar las dificultades sin que dañen la vida en común.
La investigación concluyó con un diagnóstico preocupante: “Tener personalidades parecidas facilita el proceso, porque las diferencias provocan mayores fricciones en la relación”. Es decir, el final de las parejas no coincidentes, es fácil de imaginar: divorcio o separación.
Triste destino para los que unió el amor, con verdaderas intenciones de alcanzar la felicidad. Y es que, los que se aman, poco pueden aceptar que no fueron hechos, el uno para el otro.
Al margen de la frustración y el romanticismo, las rupturas de parejas son algo más que un signo de modernidad. Los divorcios y las separaciones en los casos de uniones libre atentan contra la estabilidad familiar, y también indican que la mujer no toma en cuenta la dependencia económica ni las condicionantes sociales que antaño la inhibían de romper el matrimonio.
Han cambiados las épocas. Antes, cuando se constituía un núcleo familiar, aunque el amor naufragara y las relaciones fueran hostiles, la pareja trataba de defender el vínculo. No comprendían que en muchos casos, la durabilidad de un matrimonio no era sinónimo de pareja feliz, sino una simple engañifa social.
Actualmente, mujeres y hombres reclaman satisfacción personal, se resisten a ser esclavos de la tradición, manteniendo una relación sentimentalmente extinguida. Aspiran a la felicidad.
Y como una luz en este panorama, lo más esperanzador es que la mayoría que se divorcia, vuelve al matrimonio para, obstinadamente, encontrar su añorado objetivo. El tiempo dirá la última palabra.
(Por: Heydi González Cabrera/ Radio Rebelde)