Amalia Cabrera y el arte que dignifica y cura

Amalia Cabrera PrimellesLos ataques epilépticos durante más de dos décadas imposibilitaban a la santacruceña Amalia Cabrera Primelles llevar una vida normal y ocuparse de sus hijos adecuadamente, por lo que otros familiares muy allegados, como su propia madre, tuvieron que darle el frente a esta situación.

No por eso perdió los bríos, ni el afán de hacer algo salido del alma. Tal vez entre bocanadas del aromático tabaco le prestó una atención especial al solar yermo, justo al frente del hogar donde reside: “Lo mire de arriba abajo y de abajo arriba, no sabía por donde meterle mano. La yerba estaba bastante crecida… lo habían convertido en basurero. Pero para esta cubana, nada es imposible”.

Ni siquiera pensar en el popular dicho “en un abrir y cerrar de ojos”. Han sido más de cuatro años laborando al ritmo del elefante, “lento pero aplastante. Cuando me vieron en esta tarea, con la cual me siento bien, por ser una obra de fe, arte y vida, mi seres queridos se preocuparon y llegaron a pensar: ¡Ahora sí Amalia se volvió loca!… les pregunté: ¿ustedes están seguros de eso?”

De pequeña estatura, esta mulata tiene delgadez fibrosa, respaldada por una sonrisa prendada de amena expresión. Me acompaña entre fotos y diálogos a recorrer su amplia obra, aún no terminada.

“Los árboles secos aquí plantados los he recogido en distintos lugares de este poblado… mire como cobran belleza. Están adornados con pedacitos de plásticos, las cintas de distintos colores hechos de jabitas de nylon, zapatos, pomos plásticos… cualquier cosita por simple que parezca me sirve. Hay un basurero no distante de aquí, de él sacó innumerable materia primar para crear”, acentuó la Cabrera.

Pudimos observar diversidad de personas transitar por los alrededores de este singular sitio, elogiando este particular modo de expresión, a su vez, interesados por conocer el mensaje de tantos adornos y signos en acomodadas lomas de piedra, montículos de tierra, hierba seca, troncos en espera de ser acicalados, llamativas formas buscadas con toda intención entre ramas secas y retazos de tela de varios colores que, convertidos en banderitas, iluminan el entorno.

Son tantos los detalles vestidos, otros están espera de congraciarse entre viejas indumentarias.

“Siempre hay trabajo, -expuso- desde el amanecer hasta las 10 de la noche. Podrás imaginarte, caigo como una piedra en la cama. Estoy satisfecha de haberme convertido en una sencilla artista, recibir las aprobaciones a diario de los transeúntes y ser comprendida por mi familia, sobre todos los hijos. Recibo ayuda de ellos todos los días, incluso hasta de vecinos Todo esto me motiva, es el mejor medicamento para aliviar los males del cuerpo”. (Radio Santa Cruz)