Clásico Mundial de Béisbol: El hechizo del “Tulipán Negro”
Cuando todo parecía posible y a muchos en Cuba les rondaba la idea de retornar a una final del Clásico Mundial de Béisbol, el hechizo de la tropa holandesa echó nuevamente por tierra las aspiraciones de un elenco antillano, que estuvo a cuatro outs de avanzar a la ronda semifinal en San Francisco, Estados Unidos.
Pero, como en el deporte no hay nada escrito y en el escenario es donde se ganan los desafíos, a pesar de la calidad mostrada por el oponente, la tropa de Holanda volvió a enredar en su esquema y puso a prueba la valía de un conjunto cubano que lució durante el certamen como uno de los favoritos al título.
Quizás, si alguna que otra pitonisa hubiese vaticinado que Andrelton Simmons le conectaría soberbio jonrón con un hombre a bordo al cienfueguero Norberto González, para empatar el desafío a seis carreras en la parte baja del octavo, la historia hubiese sido distinta, pero así es la pelota.
Resultado, que por demás, no empañó en lo más mínimo el desempeño del zurdo cubano, quien escaló al box en la conclusión del cuarto, en rescate de su compañero de equipo Vladimir García, para ponerle fin a un posible marcador desproporcionado de los europeos, quienes supieron aprovechar algunas fisuras a la defensa cubana, determinantes en la derrota.
Para poner fin a ese embrujo del “Tulipán Negro” -por llamarlo de alguna forma-, al igual que para avanzar sobre cualquier otro conjunto a la gran final del certamen, hay que jugar casi a la perfección, porque a este nivel no valen titubeos ni paños tibios, y solo con desearlo no se ganan los partidos, ya que las imprecisiones cuestan caro.
Las palmas, en este caso, para los del País Bajo, quienes se repusieron a un alarmante nocaut de 16-4, propinado un día antes por la escuadra de Japón, y salieron en busca de su victoria ante los caribeños, juego en el cual supieron manejar correctamente los hilos de su pitcheo para detener en el momento adecuado a la fuerte toletería cubana.
Aspecto este digno de ponderar, pues hacía bastante tiempo no se apreciaba a una selección antillana tan acoplada a la ofensiva, capaz de comandar varios de los apartados colectivos de esta magna cita, como son el average (343), los jonrones (11), las carreras impulsadas (45) o los jits (69), entre otros.
En lo individual, también destacan hombres como Frederich Cepeda, quien ostenta un Ave. de 474, resultado de nueve imparables en 19 ocasiones, además de anotar siete veces y fletar cinco para la goma; y el jovencito José Miguel Fernández, el cual mostró su estirpe de gran jugador al promediar para 524, con 11 metrallazos, seis impulsadas y siete anotadas.
Igualmente, descollaron al bate José Dariel Abreu y Alfredo Despaigne, quienes comandan los jonrones, con tres, y las impulsadas con nueve y ocho, respectivamente, en tanto que Yasmani Tomás brilló con su talento, al poner a volar dos pelotas y traer al plato a cinco de sus compañeros.
Empero, los holandeses, con su juego preciso, pusieron en evidencia algunas fisuras en otros órdenes de juego de los cubanos, en los que pudo apreciarse falta de coordinación y concentración a la defensiva.
Mucho queda por hacer todavía para elevar el nivel del béisbol en Cuba, sobre todo en la base de la pirámide del sistema de enseñanza deportiva, de la cual escalan los jugadores con sobradas deficiencias, bien difíciles de erradicar en su tránsito por la primera categoría.
Por eso, no solo basta con los muy necesarios topes ante escuadras de otras naciones, ni con un socorrido cambio de estructura de la Serie Nacional, en busca de concentrar la calidad, pues esta se encuentra subvalorada, y por ende las deficiencias solo suelen apreciarse en los eventos internacionales, cuando se confronta la realidad con el espejismo cubano. (AIN)