Los riesgos de un conflicto nuclear
Cercano el aniversario cincuenta de la Crisis de los Misiles de octubre de 1962, y cumplirse sesenta y siete años de los bombardeos atómicos norteamericanos contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, Cuba reiteró la urgencia de eliminar las armas nucleares de la faz del planeta para poner coto a uno de los mayores riesgos de destrucción de la civilización humana.
La Isla, que hace diez lustros conoció los riesgos de una hecatombe de brutales consecuencias derivadas de la agresividad oficial estadounidense, se constituye hoy en uno de los más fervientes defensores del fin de los arsenales atómicos, un peligro que desde 1945 pende sobre la existencia misma del orbe.
La Habana es signataria de importantes acuerdos para establecer zonas mundiales libres de armamento nuclear, y se suma a los impulsores de un protocolo global de No proliferación de tales artefactos destructivos, esfuerzo que invariablemente ha chocado desde sus orígenes con las pretensiones de po-tencias imperiales que sueñan con un hegemonismo mundial entre cuyas bases está el chantaje atómico.
Potencias que llegan incluso a amenazar con acciones béli-cas a aquellos Estados independientes que ejercen su derecho soberano al uso pacífico de la energía nuclear, y que, por otro lado, no han dudado en pertrechar con tales artilugios de exterminio masivo a aliados tan díscolos y rabiosos como Israel, o al ya desaparecido régimen racista sudafricano.
Lo cierto es que, hasta la fecha, tal como lo ha denunciado Cuba en diversos foros internacionales, el mundo sobrevive con una espada atómica sobre su cabeza de no menos de veintitrés mil armas nucleares, de las cuales doce mil están listas para ser utilizadas de inmediato, en lo que significaría el inevitable holocausto de la humanidad.
Por si fuera poco, todo esfuerzo por reducir peligros encuentra solo sinuosas y deshonestas repuestas de grupos de poder como los de los Estados Unidos, donde incluso priman las absurdas ideas de propinar golpes demoledores a los “enemigos” sin posibles represalias de los agredidos, mediante el despliegue de un pretendido sistema antimisiles global de factura Made in USA.
Proyecto que, por demás, se convirtió en pesado obstáculo para la reactivación tiempo atrás de los añejos acuerdos soviético-norteamericanos para la reducción y control de armas atómicas, START, y que ha obligado a las actuales autoridades de Moscú a empeñarse en planes defensivos que inevitablemente aumentan los riesgos de un conflicto nuclear.
Lo advertía precisamente Cuba en sus ya citados pronunciamientos en ocasión de otro aniversario de los ataques atómicos gringos contra suelo japonés: Sin la voluntad conjunta de las potencias nucleares no es posible avanzar hacia la supresión de esta pesadilla que gravita sobre la existencia misma de la humanidad.
En pocas palabras, no habrá seguridad global mientras existan desmedidas y prepotentes ambiciones de poder universal. (Por Néstor Núñez, AIN)