Abogan santacruceños por un mundo de paz para los niños
Por estos días se alistan en Santa Cruz del Sur todos los encargados de proporcionar alegría a los niños. Ensayos culturales, tablas gimnásticas y garantizar hasta los últimos detalles de la fiesta, programada para el venidero primero de junio, a propósito del Día Internacional de la Infancia, desvela a muchos.
De seguro es así a lo largo y ancho de la geografía de la Isla. Mientras, el mundo sigue convulso, y las guerras se fabrican en los altos mandos de la Casa Blanca, con la tranquilidad de quien conversa apaciblemente en una sobremesa.
Una parte del mundo se afana por llevar adelante los sueños de los grandes próceres de la independencia de muchos países, y otros se esfuerzan por llevar a otras naciones, sobre todo a las que tienen recursos naturales como el petróleo, la destrucción y la muerte. Y el cinismo y la maldad se apoderan de algunas de las figuras del vecino del norte, alegando que hay guerras necesarias, y que en ellas existen las muertes necesarias o daños colaterales.
Y en el colmo del desamor por el ser humano, asciende a la cúspide la señora Madeleine Albright, quien, según citó recientemente el sitio digital cubano Cubadebate, reconoció en el programa televisivo Sesenta Minutos, de la televisión norteamericana, que la muerte de de 500 mil niños en Iraq, "fue un precio que valió la pena".
¿Qué fue lo que valió la pena? ¿Cuál fue el precio pagado, por quién o quienes?
Hoy miles de niños en Afganistán, Libia, Iraq, forman parte de las estadísticas de muertos en la guerra o por la guerra, de esos daños colaterales, de ese precio cobrado a inocentes, de esas vidas truncadas en los albores de la existencia, y con la certeza de que quienes como la señora Madeleine Albright, ex-embajadora de Estados Unidos ante la ONU y ex – Secretaria de Estado, no sienten remordimientos por los crímenes y genocidios que se comenten contra naciones independientes y pacificas.
No hace honor Albright a su condición de mujer, de madre, al amor que se tiene por los niños, sean de cualquier país o raza. Como tampoco lo hace el presidente Barack Obama, Premio Nobel de la Paz, quien dio su visto bueno a los ataques a Libia, mantiene miles de hombres diseminados en bases navales y territorios nacionales, y se ha mostrado ajeno a los reclamos de millones de personas por la clausura de la Base Naval de Guantánamo, compromiso de su postulación presidencial, y también a la liberación de los cinco héroes antiterroristas cubanos.
Hoy los aires bélicos se ciernen sobre un grupo de naciones, y el dolor, el hambre, las enfermedades y la muerte, anidan en territorios libres, donde los niños son los más vulnerables, truncando la esperanza de sus infantiles sueños en crudas realidades de tristeza y horror.
El hombre, como ser racional se ha proyectado en sus esencia por un progreso cada vez mayor, pero aún así, como reza la leyenda, se expanden desde el fondo de la caja de Pandora los males y las miserias humanas, los resentimientos y ambiciones, y la vileza hace nido en algunas almas que ni la sonrisa o la lágrima de un niño conmueve, porque quizás para ellos vale más la riqueza material que el amor por la humanidad.
Ojalá que esa realidad jamás toque a nuestros niños, que no vean nunca mancillada sus inocentes miradas por el odio irracional de quienes, en los estertores de su agonía, pretenden arrebatar a los territorios en conflictos bélicos, lo más preciado de su futuro: los niños.
Por eso este primero de junio, los santacruceños abogarán por mantener incólume el proyecto social cubano que desde el Primero de Enero de 1959 tiene a los niños como privilegiados y cuya vida se garantiza y protege desde su concepción en el seno materno. (Hugo Betancourt Mayoral e Iliana Pérez Lara/ Radio Santa Cruz)