¿Estado de guerra… en el deporte?
Chris Easton, exdirector ejecutivo de INTERPOL, encargado de combatir la amenaza que se cierne sobre el fútbol por los estafadores de apuestas fue enfático, según la revista Dentro de los aros: “Nos encontramos en estado de guerra”.
Easton, quien fue entrevistado por una publicación alemana, dijo que grupos de ganster quienes operan comercialmente están muy activos en el deporte, y remarcó: “hay mucha ganancia que hacer allí (…) Con la manipulación de las apuestas los delincuentes podrían hacer más dinero que con el tráfico de drogas”.
Hace algunos meses atrás David Howman, director de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), en su comunicado ante el Foro Europeo del Deporte, recalcó: “el submundo de la criminalidad está fuertemente infiltrado en el deporte de forma tal que, si no se controla, amenazará seriamente el futuro”.
Entonces el directivo propuso crear “una agencia anticorrupción para defenderse de las mafias que lucran con las apuestas y el doping”.
El pasado primero de marzo Jacques Rogge, presidente del COI (Comité Olímpico Internacional), denunció que las apuestas deportivas ilegales en el mundo podrían suponer alrededor de 140 mil millones de dólares. "Creo que el deporte está en peligro. No se trata sólo de los Juegos Olímpicos sino del deporte en su conjunto”, recalcó.
En lo tocante al dopaje, el ejecutivo Howman dijo recientemente al Daily Telegrapgh que “desde el punto de vista estadístico el número de personas descubiertas está entre el uno y dos por ciento (positivos ante las pruebas), pero quienes se dopan figuran en dígitos dobles”.
Quienes trafican esteroides y estupefacientes compulsan a los atletas a engañar mediante el doping. Pero dichos individuos, a la vez, están involucrados en las apuestas ilegales, lavado de dinero, sobornos y corrupción, relacionados con la manipulación de partidos y otras competencias.
No puede soslayarse que, en el plano económico, merced al desarrollo del profesionalismo, el deporte se ha convertido en sustento para numerosos atletas y sus familias.
Otro ejemplo lo arroja este titular del New York Times: “Temporada horrible para el fútbol universitario que está enfrentando escándalos por cada raya” y comentaba el desaliento que reina entre muchos de los atletas de esta disciplina que se practica en Estados Unidos desde 1869. “Su reputación nunca ha estado más dañada”, sentencia el artículo.
La propia publicación da a conocer que al menos 10 importantes programas de fútbol universitario -incluidas importantes instituciones como Michigan, Carolina del Norte y Georgia- han sido investigadas o sancionadas por la Asociación Nacional Deportiva Universitaria.
Estos escándalos sobrepasan lo imaginable y así Jim Tressel, entrenador de Ohio, descrito como modelo de integridad, se vio obligado a renunciar tras mentir acerca de las incorrecciones de su programa.
Cuba desde hace diez años abrió su moderno laboratorio para encarar el flagelo de los llamados atletas “artificiales”. No obstante, la Isla es ajena a los males que padecen las naciones involucradas en el denominado deporte rentado y en el cual los derroteros de la corrupción van in crescendo.
El doctor Mario Granda, en entrevista concedida a este reportero hace algún tiempo, destacó “la entrega y profesionalidad del colectivo” del laboratorio cubano. Se trata, elogió, “de una joya de la cual disponemos en la batalla contra el doping.”
El dopaje es tan antiguo como la propia historia de los seres humanos quienes van en la búsqueda de ayudas ergogénicas para aumentar el rendimiento del cuerpo.
Las drogas en el deporte van contra la salud de los atletas y contra toda ética, y viola los principios dictados por el varón Pierre de Couvertain, creador de los Juegos Olímpicos en 1896.
Pero el juego sano y limpio ha sido absorbido por el mercantilismo. Y el dolo, como reza el reciente documento emitido por la Asociación Olímpica Británica (BOA, siglas en inglés). “…sí tiene víctimas inocentes” y llama a todos los Comités Olímpicos del planeta a “mantener los principios de competencia y juego limpios”. (Por Marcos Alfonso, Servicio Especial de la AIN)