Diana Puértolas: Abrir el alma y la cartilla para enseñar
Hace medio siglo una joven maestra apoyó la Campaña de Alfabetización, una de las más importantes medidas de la entonces naciente Revolución Cubana, para asegurar que la luz de la enseñanza iluminara la construcción de la nueva sociedad.
La erradicación del analfabetismo, fenómeno social heredado del subdesarrollo, fue otra de las tareas priorizadas de carácter socialista, que se llevó a cabo por cientos de miles de jóvenes incorporados a las brigadas Conrado Benítez y Manuel Ascunce Domenech.
Entre los cubanos que respondieron al llamado de Fidel, estuvo la maestra santacruceña, hoy retirada, Diana Puértolas Suárez. Abrió su alma y la cartilla, para acometer la obra más hermosa: enseñar a los que no saben.
Nunca pensó ser maestra, se había graduado de técnica en Agricultura General en la escuela técnica industrial Rosalía Abreu. Su vocación era la Ingeniería Agrónoma.
Mas la vida la llevó por otros rumbos. Estaba enamorada de la actividad agrícola, pero no encontró en este poblado de pescadores donde poner en práctica los conocimientos adquiridos. Fue por eso que ingresó, antes del triunfo de la Revolución en la Universidad Ignacio Agramonte, de Camagüey, donde se estudiaban cinco especialidades, entre ellas la Psicología, por la cual se decidió.
La universidad no tenía inmueble propio, el alumnado recibía las clases los fines de semana en distintos centros del sistema educacional agramontino. Fue así como Bandes, maestro primario, propietario de una escuela pública, le ofrece trabajo cuando cursaba el primer año de la carrera. Comenzó a impartir biología, español, geografía e historia a alumnos de cuarto grado.
Sólo llegó hasta el tercer año, pues en el 1958 esa institución dejó de prestar servicios por causas desconocidas para ella.
El afán de aportar algo más como educadora la lleva a alejarse de algún modo de las comodidades de la vida urbana. Inició el curso 1959-1960 en Yaguabo Tres, asentamiento rural de la zona del otrora central Macareño, hoy Haití, atendiendo un programa multigrado de primero a sexto. Al iniciarse la Campaña de Alfabetización dio enseguida su disposición para aportar sus conocimientos a los iletrados.
Haitianos y jamaicanos residían con sus familias en los modestos bohíos de esa pequeña comunidad. Los más viejos habían venido a Cuba como braceros, algunos de ellos se habían asentado por esa zona repleta de macizos cañeros, pertenecientes al central Macareño.
Cumplió la misión encomendada sin abandonar el aula, pues por la mañana alfabetizaba y por la tarde regresaba a la escuelita. Era una doble tarea, bastante ardua. Como tenía juventud, las energías sobraban, era una Campaña indetenible, la contrarrevolución quiso impedir su desarrollo, pero fracasó.
Por esos predios tres de sus alumnas de sexto grado se agregaron, convirtiéndose en maestras populares, otras tres eran brigadistas Conrado Benítez. Fue y será una etapa inolvidable en su vida.
Los haitianos y jamaicanos le regalaban polluelitas y hasta dulces, en agradecimiento. Para ellos el maestro era una persona que sabía de todo, eso la obligó hasta aprender a inyectar.
Entre todas las brigadistas llegaron a alfabetizar a más de 90 personas. De ellos también aprendieron, un jamaicano les propuso enseñarles inglés si lo ayudaban a dominar el español, aceptaron el convenio, que para ambas partes fue fructífero.
En el cincuentenario de la Campaña de Alfabetización y a propósito de la celebración este ocho de septiembre, del Día Internacional de la Alfabetización, Diana mira con esperanza el futuro que ella ayudó a fundar y no oculta el orgullo de que Cuba haya sido el primer territorio de América declarado libre de analfabetismo. (Iliana Pérez Lara/ Radio Santa Cruz)