Empieza al fin, con el morir, la vida…

Empieza al fin, con el morir, la vida…Pudo haber sido una mañana hermosa y tropical de aquella Habana colonial de calesas y quitrines, de balaustres y murallas, en el lejano año de 1871, un día 27 de noviembre, que marcó el destino nefasto de ocho jóvenes estudiantes de medicina.

La desidia, la arbitrariedad, el odio y la impotencia, guiaron el corazón y la mano de militares y voluntarios asesinos, para condenar a muerte a inocentes por el delito inexistente de la profanación de la tumba de un militar español.

Procesados por jueces inmorales y cobardes, aún sin las pruebas más palpables de la supuesta violación,  y a pesar de las protestas de tres valerosos capitanes españoles, que evitaron ser cómplices del veredicto condenatorio, aquella tarde aciaga, en la explanada de La Punta, frente al litoral habanero, una descarga de fusilería segó la vida de ocho cubanos en la plena flor de su juventud.

De esta manera se inscribiría, en la Historia de nuestra nación, una página más de dolor y muerte para nuestras madres, hermanas, y para el pueblo cubano, y sería un desafío a la juventud de aquellos tiempos, que a pesar del sufrimiento por el horrendo crimen, unió fuerzas para continuar la lucha contra el régimen colonialista español.

Se engrosaba así el martirologio de la Patria, con los nombres de José de Marcos Medina, Anacleto Bermúdez, Alonso Álvarez, Pascual Rodríguez, Carlos de la Torre, Eladio González, Ángel Laborde y Carlos Verdugo.  

Hoy esos hombres se reflejan en cada estudiante de medicina, en cada misión médica en África, Asia o América Latina; en la ética y el humanismo demostrado a lo largo de casi medio siglo de labor ininterrumpida, curando y salvando vidas, que era, seguramente, el objetivo de aquellos jóvenes asesinados por los militares y voluntarios españoles.

Cada año reverdecen laureles en las distintas escuelas de medicina del país; en cada promoción, los nuevos doctores demuestran, que el recuerdo y la presencia de los ocho estudiantes de medicina está vigente, y se les puede ver multiplicados, como hace ciento treinta y siete años, en cualquier calle de La Habana, o en el popular entorno de la acera del Louvre. (Hugo Betancourt  Mayoral/ Radio Santa Cruz).