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Ataque por Bahía de Cochinos: el fallo perfecto

Cuando el presidente John F. Kennedy admitió el 24 de abril de 1961 su responsabilidad por la derrotada invasión a Cuba, solo se rendía ante el enorme cúmulo de evidencias que apuntaban a la Agencia Central de Inteligencia yanqui (CIA) y al Pentágono.

Se trataba del típico acto de terrorismo de estado que obligaba a Washington a enmascarar su autoría, con la finalidad de mostrarse al margen ante la opinión pública internacional.

Pero la insistente negativa imperial sobre su intervención, presentada el 15 de abril ante la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, y la colosal campaña mediática orquestada para tergiversar los hechos, no resistió más de siete días y cayó por su propio peso.

La Operación Pluto costó al contribuyente estadounidense 349 millones de dólares; los cabecillas de la brigada de asalto, según sus propias confesiones, fueron preparados -y engañados- por los órganos de inteligencia de ese país; también Made in USA eran igualmente todo el armamento, la logística y los modernos medios navales y aéreos que dieron cobertura a la fuerza invasora en su recorrido hasta las costas cubanas.

En el apoyo a las operaciones terrestres participó el portaviones Essex. Desde esa nave se realizaron numerosas misiones por parte de los cazas Jet A 4D y también vuelos de reconocimiento durante los días 17 y 18 de abril.

El 19, Washington trasmitió órdenes a la marina mediante la cual el propio Kennedy autorizaba la protección de los aviones que, procedentes de Nicaragua, lanzarían ataques contra las tropas terrestres de la Isla. Esa misión fue cumplida por cuatro Sky Hawk, procedentes del Essex.

Entre quienes pilotearon los aviones estaban Riley Shamburger, veterano de la Segunda Guerra Mundial y la agresión a Corea; también Wade Caroll Gray, asalariado de la CIA; Willard Ray, calificado piloto de pruebas de la Hayes Internacional, importante compañía aérea al servicio de las Fuerzas Armadas.

La relación es mucho mayor pero terminaremos con Francis Leo Baker, de Boston. Durante años estuvo en la USAF, participó en la agresión a Corea y no pudo cobrar los últimos mil 600 dólares que le pagaba la CIA, porque pereció al ser derribado por los jóvenes artilleros antiaéreos cubanos.

Todavía el 20 de abril, en demagógico discurso, el presidente Kennedy siguió con la mentirosa fórmula: “He insistido anteriormente que esta era una lucha de patriotas cubanos contra un dictador cubano. Aunque no se puede esperar que ocultemos nuestras simpatías. Aclaramos repetidamente que las Fuerzas Armadas de este país no intervendrán en forma alguna”.

Durante su visita a Cuba 40 años después, Arthur Schlesinger Jr., Asesor de Seguridad Nacional en esa época, declaró: “No hay ningún fracaso más completo, ningún fracaso más total, que el intento de la CIA de invadir a Cuba por Bahía de Cochinos, en abril de 1961. Los historiadores lo llaman: “El fallo perfecto”. (Por Ángel Rodríguez Álvarez, AIN)