Orquídeas, expresión inefable y doliente, según el poeta
Regino Boti Barreiro, aquel poeta de estilo exquisito y primoroso no podía ser ajeno a la naturaleza. Gran parte de su amor por ésta lo volcó, como para justificarlo, en el Mar y la Montaña, uno de los cinco poemarios que publicó en vida y al cual denominan el Libro del Paisaje los estudiosos de la obra del intelectual.
El bardo del que se cumple su cincuentenario, extrapoló el amor por el entorno (por las flores, en particular), de su imaginación a la vida, al patio de ensueños de su natal vivienda, donde medio siglo después de su muerte florecen aún llamativas orquídeas.
Su nieto, escritor y albacea literario, Regino Rodríguez Boti, lo califica de férvido admirador de aquella flor, la más exquisita y bella del planeta, según expertos.
La calle donde se erige el inmueble a mediados del siglo XIX se nombraba Viscay, la identificaba el número cinco y fue testigo el 18 de febrero de 1878 del natalicio de quien sería precursor del Modernismo en Hispanoamérica.
Las orquídeas inspiraron al guantanamero varias acuarelas aún inéditas, y en su poemario más revelador –El Mar y la Montaña- las describe como “expresión inefable y doliente de la selva virgen” y “suspiro que la tierra exhala”.
Yo encuentro a diario en ese texto nuevas revelaciones, declara a la AIN Regino E, Boti Rodríguez, nieto del también historiador y jurisconsulto, que, al igual que el matancero Agustín Acosta y el villaclareño Samuel Feijóo, evadió el cosmopolitismo y creó su obra imperecedera, desde su terruño.
Herederos de esa vocación floral, los descendientes del intelectual transfiguraron en refugio de orquidáceas el traspatio de la vetusta casona cuya valía arquitectónica estimó el fotógrafo francés Jean Luc de Laguarique, al incluirla en el catálogo Casas de la Vieja Cuba.
En la edificación (hoy Bernabé Varona 405), Florentina, la ya desaparecida hija del intelectual, se ufanaba de mostrar al visitante plantas cuidadas con celo generacional, incluida una cuarentenaria Astronomía (Malpighia spicata), sembrada por su progenitor meses antes de fallecer el 5 de agosto de 1958.
Ese arbusto trepador sin vínculos con la ciencia de igual nombre debe el suyo al botánico alemán Alstroemer (1736-1796) introductor en Cuba de la citada especie, formada por hermosas flores multicolores, que surgen en ramilletes y remedan a la buganvilla. (Por Pablo Soroa Fernández/AIN)