Senador Marco Rubio, ínfulas de grandeza y obsesión anticubana (I)
El estilo del otrora director ejecutivo de la petrolera ExxonMobil como jefe de la diplomacia norteamericana, Rex Tillerson, provocó un drenaje de funcionarios con experiencia y un aumento de responsabilidades interinas para la mayor parte de los niveles de dirección dentro de la entidad federal.
Según diplomáticos y analistas, dicho departamento dejó de ser la institución, más o menos activa, que proponía iniciativas de política exterior en un sin número de asuntos.
Poco a poco, la Casa Blanca fue imponiendo su supremacía a través del Consejo de Seguridad Nacional en los temas de la agenda a nivel foráneo.
El tiempo que Trump no pasaba defendiéndose de las acusaciones de la supuesta colusión de su campaña electoral, lo dedicó a exigir mayores responsabilidades a los países europeos dentro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.
Asimismo, se centró en denunciar el acuerdo nuclear de Irán con seis potencias mundiales, incluida Estados Unidos, el cual finalmente decidió abandonar en mayo último, y en buscar un éxito tangible respecto a la República Popular Democrática de Corea.
Todo eso lo acometió el gobernante republicano, de acuerdo con diversas fuentes, sin pedir borradores a subordinados ni escuchar la opinión de expertos.
Poca atención destinó a América Latina en los primeros meses del gobierno, como no fuera para continuar las sanciones contra Venezuela y preocuparse por la salud de la democracia, bajo los criterios aviesos de Washington, en Nicaragua.
Entonces Rubio fue ganando acceso a la oficina del presidente, quien le cedió todo el espacio para en principio establecer cambios en la posición hacia Cuba, después del acercamiento bilateral con la administración predecesora al cual se opuso el legislador.
¿Cuáles fueron las razones para actuar así? y ¿qué pudo pedir el presidente a cambio?
Rubio podría significar un voto de apoyo a Trump en el Comité de Inteligencia del Senado, el cual era de utilidad ante los posibles desenlaces contra el presidente de la investigación del fiscal especial Robert Mueller sobre la presunta interferencia de Rusia en las elecciones de 2016 y la mencionada colusión.
Pero quizás el jefe de Estado no sabía en aquel momento que Rubio tenía el lugar 88 entre los 100 integrantes de la Cámara alta en cuanto a la asistencia a votaciones y probablemente no estuviera presente para respaldarlo cuando lo necesitara.
Este senador, quien hizo toda su carrera política desde Miami a Tallahassee, en Florida, y después a Washington DC basándose en la historia de ser hijo de inmigrantes cubanos pobres que huyeron de ‘la dictadura de Fidel Castro’, gozaba de una imagen entre sus pares como experto en temas del país caribeño.
Sin embargo, Rubio no nació en Cuba, nunca fue de visita y tuvo que cambiar en su página web el dato sobre el viaje de sus padres desde la isla, pues el diario The Washington Post aclaró que habían salido en 1956 durante la tiranía de Fulgencio Batista y después del triunfo de la Revolución, el 1 de enero de 1959, viajaron varias veces a La Habana sin problemas.
Hombre sin éxito en la vida empresarial, Rubio descubrió rápidamente, como describieron años atrás la publicación digital Politico y otros medios, el valor de la política para aumentar sus ingresos de manera vertiginosa.
Eso lo ha hecho, bien mediante la práctica confusa de ser a la vez legislador y lobista, o entregándose en los brazos de un solo contribuyente multimillonario, Norman Braman, quien ha estado presente para el salvamento en cada crisis económica de su familia, expuso el diario The New York Times en 2015.
Como parte de su primer esfuerzo por cambiar la política hacia Cuba en el primer semestre de 2017, Rubio encontró la enconada resistencia de las empresas estadounidenses que ya tenían negocios en la mayor de las Antillas.
De la misma manera, aparecieron los secretarios de Comercio, Wilbur Ross, y de Agricultura, Sonny Perdue, y el entonces consejero de Seguridad Nacional, Herbert R. McMaster.
Al final, todos fueron convocados a aplaudir alrededor de Trump en un teatro de Miami, donde anunció las nuevas medidas contra Cuba el 16 de junio de 2017.
Varias imágenes mostraron a Rubio contrariado por no lograr los primeros planos de las cámaras, y en los pasillos del Senado expresó después que lo aprobado para la isla no era todo lo que él esperaba.
Por aquella fecha, la Casa Blanca señaló que esa era la política de la administración hacia Cuba y que no sucederían en el futuro revisiones similares.
Por Diony Sanabia/ Corresponsal de Prensa Latina en Estados Unidos.