Remembranzas de adolescente santacruceña devenida en alfabetizadora
Santa Cruz del Sur, 16 nov.- La fémina mueve los recuerdos hacia una parte fundamental de su adolescencia. Aquellos 13 años enrolados en muñecas de trapos y príncipes azules reclamaron, sin nadie de la familia esperarlo, participar en la tarea anunciada por Fidel el 31 de diciembre de 1960. “Nos llamaba a los cubanos a erradicar el analfabetismo en tan solo un año”.
Maestras ya eran las hermanas mayores de Silvia Molina Noda. “En cuanto ellas dieron su disposición de integrarse a la gran Campaña por la Educación, yo pedí convertirme también en alfabetizadora. Hasta ese momento no podía explicarle a nadie con todas las letras la importancia de ser educadora, me faltaba experimentarlo en la práctica”.
Todo apoyo era bien recibido. Multitudes de jóvenes de toda Cuba fueron hacia los lugares más recónditos a llevar la luz de la enseñanza. “Mis hermanas antes de marcharse hacia zonas rurales muy intrincadas de esta localidad me dieron las instrucciones de cómo debía usar el manual y los métodos a emplear para que mis iletrados alumnos aprendieran a leer y escribir”.
Por mi edad fui ubicada en la comunidad El Francés, cercana a la casa de mis padres, donde vivía. “Le impartí los contenidos a niños y jóvenes. En poco tiempo logré el propósito tan solicitado por el Comandante en Jefe. Ellos se sintieron felices, también sus padres expresaban alegría, porque otros compañeros se encargaron de transmitirles los conocimientos necesarios, pudiendo utilizar los lápices y las cartillas, materiales que nunca antes habían tenido posibilidad de tomar en su manos, en beneficio del desarrollo de la inteligencia personal”.
Luego de esa etapa la Molina matricula en la secundaria básica. Se materializa en ella el deseo de ser educadora. Tres años después se convierte en maestra popular. “Comienzo mis labores en la escuelita primaria de un lugar llamado La Onda, en las inmediaciones del poblado Haití. Desde allí me afirmé en esta profesión durante más de medio siglo hasta jubilarme”.
Se supera, convirtiéndose en Licencia en la especialidad de Física. Impartió la materia a estudiantes de la Facultad Obrero Campesina y después contribuye a formar discípulos en el Instituto Municipal de Perfeccionamiento Educacional.
Se reincorpora a su magisterio porque el peso del interior de la casa le era demasiado tedioso. Las energías pedagógicas de Silvia tienen el ímpetu de aquellas 13 primaveras. “Tengo 68 cumplidos pero me siento como usted ha referido”. Ahora se encarga de cimentar en los niños la formación y orientación vocacional por esa labor a la que tanta vida le ha dedicado, desde uno de los acogedores recintos del Palacio de Pioneros Solecitos del Sur.
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