Raúl, un hombre a la medida del pueblo
Camagüey, 3 de junio.- “¡Periodistas: se perdieron el reportaje del año!”, exclamó Raúl con su característico timbre agudo de voz; mientras, colegas de los medios nacionales y provinciales que aguardaban por él y su comitiva en la casa de oficiales y combatientes del Ministerio del Interior de Camagüey, se sorprendían por la expresión.
Había anochecido. Con ese don de explicar y ofrecer argumentos para convencer sostuvo que en la Empresa de Construcción y Montaje Agroindustrial del Minaz (Ecmai), cerca del reparto Lenin, que no todos los camagüeyanos podrían acumular 208 horas de trabajo voluntario, movimiento popular sustentado en una emulación especial para optar por la sede nacional del 26 de Julio de 1989.
Puso un ejemplo: en ese centro laboral, primero visitado la tarde del 5 de marzo de 1988, trabajaba una compañera, madre de un pequeño, quien para participar en las jornadas voluntarias debía dejarlo con una vecina. El papá, integrante de la Marina Mercante, la mayor parte del tiempo se hallaba en alta mar, razón más que justificada para verse ella limitada a ese aporte extra. Insistía, por tanto, el General de Ejército en que el trabajo voluntario debía tener respaldo productivo, acorde con las posibilidades individuales, sin restar importancia a la atención familiar, a otras tareas y al aprovechamiento del tiempo libre.
Apenas iniciaba el recorrido por el área donde se le mostró un prototipo de vivienda de bajo costo construida por la técnica de ferrocemento, y se le escuchó decir: “¡Cómo hay mujeres periodistas!” “No, no, somos arquitectas e ingenieras civiles”, explicó una de las profesionales. Se percató entonces de la ausencia nuestra y nos valió la frase del inicio.
Consta a quienes dimos cobertura a sus visitas a la provincia Camagüey el respeto que profesó por los periodistas y sus atenciones. Por eso, es esta una de las tantas anécdotas guardadas celosamente en la memoria para reproducirlas como un ferviente homenaje a Raúl, quien cumple hoy 93 años de fructífera vida a favor del pueblo.
UN ARSENAL ANECDÓTICO
Hasta donde se conoce, Raúl registra 51 visitas públicas a Camagüey, desde el 22 de junio de 1959, fecha en que realizó una alocución al pueblo camagüeyano por la radio provincial, con motivo de la aplicación de la Primera Ley de Reforma Agraria, hasta la participación en el acto de beatificación del Padre Olallo, efectuado en la Plaza de la Libertad, un año y medio después del sustancioso discurso del 26 de Julio de 2007 en la Plaza de la Revolución Mayor General Ignacio Agramonte.
En torno a Raúl, desde el mismo 1959, se tejieron campañas difamatorias que lo tildaban de déspota y de pobre sentimiento humanista. Sin embargo, el tiempo se encargó de echar por tierra las falsedades y dibujar su verdadera y carismática personalidad, campechana, jaranera, bellaca desde pequeño, y con un alto sentido de responsabilidad demostrada junto a Fidel.
Quién mejor que su hermano mayor, Ramón, para narrar una anécdota poco conocida, durante una entrevista realizada por este periodista en la etapa en que él fuera asesor de los ministros del Azúcar y de la Agricultura.
Contó que en el dormitorio de la escuela religiosa de los Hermanos La Salle, de Santiago de Cuba, donde estudiaban él y Fidel, a Raúl, muy pequeño, se le ocurrió colocar una soga en uno de los dedos del pie de un condiscípulo y amarrar la otra punta en el campanario. Al muchacho despertarse súbitamente la campana estremeció la tranquilidad de la madrugada.
Raúl siempre reservó espacio para relajar las tensiones de quienes lo acompañaban. El 31 de enero de 1994, el equipo de prensa lo esperaba para la partida al Consejo Popular Oriente Rebelde, de Sibanicú. Irrumpió con su típico traje verde olivo y las cuatro estrellas de General de Ejército. Tras los buenos días, dirigiéndose a los periodistas, preguntó: “¿Los ensillaron como el caballo del General?”. Una colega, María Delys Cruz Palenzuela, respondió. “Llegamos hace un momento”.
Él ha sido siempre del criterio de que no existe razón alguna para hacerle perder tiempo a la gente. “Tenerlos tanto a la espera, indisciplina a las tropas”, afirmó.
La idea de eliminar el “cruceteo” de leche para ahorrar combustible, a la que se refirió el 26 de Julio de 2007 en nuestra Plaza de la Revolución, la habíamos percibido hacía tiempo, el 8 de agosto de 1990 durante la visita a la vaquería 4-13 de la Empresa Pecuaria de Najasa.
Desde entonces calificó de irracional producir leche en un lugar, llevarla a un centro de acopio y trasladarla a Camagüey, a gran distancia, para pasterizar y que parte de ella vuelva a la zona de origen para entregarse a niños y por dietas médicas.
Después de interesarse con el Primer Secretario del Partido allí por las cantidades de litros recepcionados y el número de retorno a ese medio rural, no resistió la tentación de comentar: “Fidel y yo la tomábamos directa de la ubre de la vaca y mírenos aquí”.
Durante 1988, Raúl visitó Camagüey en cuatro ocasiones. Luego de la ya mencionada estancia en la Ecmai, asistió a la ceremonia de entrega de la Bandera de Lista para la Defensa en la primera etapa de la provincia el 6 de marzo, y realizó al día siguiente un fructífero recorrido por Nuevitas.
El 12 de junio de ese año presidió la última etapa de la Maniobra XXXV Aniversario del asalto al Cuartel Moncada en el polígono nacional de las FAR Ignacio Agramonte, a pocos días del golpe de agua por intensas lluvias que provocó inundaciones en la ciudad de Camagüey y serios estragos en viviendas con pérdidas de recursos materiales.
El ejercicio estratégico había iniciado en Guantánamo con la participación de efectivos de varias provincias. Aquí demostró su grandeza y sensibilidad humana:
Ante el desconcierto por un accidente aéreo tomó la palabra y llamó a unir voluntades en tan dramático momento, con el propósito de que la maniobra, de la que dijo “pasará a la historia del arte militar” concluyera como estaba previsto. En la ceremonia expresó que tenía el amargo deber de informar de la muerte de Eliazar Ordóñez Gamboa, piloto de primera clase, con más de 800 horas de vuelo, fallecido en el accidente durante el primer episodio de la última etapa del ejercicio.
Imposible resumir las intensas jornadas de visitas, intercambios con trabajadores industriales, movilizados hacia labores agrícolas de diferentes instituciones y sindicatos, con combatientes de las FAR y del EJT.
Resultó ejemplarizante el hecho publicado por Adelante el 29 de febrero de 1992 en el que se narra que la comitiva de Raúl ante el gesto de dos mujeres de “pedir botella” a las afueras de la ciudad, detuvo la marcha y las recogió. Una debellas, enfermera y jefa entonces de la sala de Obstetricia del hospital de Santa Cruz del Sur, Aneida Acosta Alemán, dijo que sintió la mayor felicidad de su vida, porque en parte cumplió el sueño de su infancia de conocer, primero a Fidel, y ahora a Raúl.
En otra ocasión, frente al edificio 18 plantas en construcción en los predios de la Plaza de la Revolución, auxiliado de la amplificación y con tono jaranero preguntó a los constructores que se hallaban en lo alto de la edificación si Lázaro Vázquez, entonces primer secretario del Partido en la provincia, compartía con ellos. La respuesta fue afirmativa. Luego, en la principal calle del reparto Garrido, intercambió con combatientes del Minint, con niños de los círculos infantiles, y con trabajadores del hospital militar Dr. Octavio de la Concepción y de la Pedraja.
Reconforta, y debe servir de acicate para los camagüeyanos, aquella expresión de Raúl en una rueda de prensa al término de tres días por la provincia, recogida en Adelante el 9 de agosto de 1990: “Realmente cuando uno termina un recorrido de estos, aunque con un poco de cansancio, se va con el alma rejuvenecida, la mente oxigenada y listo para seguir combatiendo”.
A nadie debe caberle dudas de que Raúl, quien profesaba un respeto y admiración por su hermano Fidel, al que calificaba de gigante, está hecho de un material especial a la medida del pueblo para defenderlo contra viento y marea en corrientes tempestuosas, incluso en medio del hostil y demencial bloqueo económico, financiero y comercial de las administraciones de Estados Unidos.
El General de Ejército, ese soldado de las cuatro estrellas por la modestia que revela en cada acto de su vida, desde su nueva trinchera del deber y con el pie en el estribo hasta el último aliento de su vida, seguirá irradiando ejemplo de fe en la Revolución y de defensa de la Patria para las generaciones que darán continuidad a los combatientes históricos. (Texto: Enrique Atiénzar Rivero, colaborador de Radio Cadena Agramonte. Fotos: Otilio Rivero Delgado/Adelante)