Pueblo santacruceño recuerda, condena y aborrece el horrible crimen de Barbados
Octubre, 2020.- El crimen de Barbados es uno de los ataques terroristas más hostiles perpetuados por agentes inescrupulosos al servicio de la CIA contra esta pequeña Isla, que desde el 1ro de enero de 1959 enrumbó el camino hacia un proyecto socialista.
En centros de estudios, trabajo, y en cada rincón de este municipio austral del Camagüey, el dolor se multiplica y el clamor de justicia otra vez se levanta.
A las 12 del mediodía del 6 de octubre de 1976, el avión en el que viajaban 73 pasajeros, incluidos 10 tripulantes que se encontraban hospedados en Bridgetown, la capital de Barbados, comenzó la maniobra de arranque de los motores.
En el momento de ocurrir la explosión la distancia con el aeropuerto Seawell era de 45 kilómetros. En la pantalla del radar se vio que el avión realizó un amplio giro hacia la derecha, para regresar al aeródromo, y se solicitó aterrizaje inmediato.
En ese momento, el piloto perdió el control, pues una segunda explosión había tenido lugar en el área de los baños traseros. Desde zonas cercanas a las costas de Barbados, varias personas presenciaron cómo el avión caía al mar.
Deportistas que integraron el equipo de esgrima, que habían participado en una competencia en Venezuela, especialistas de Cubana de Aviación y otros funcionarios; 11 jóvenes guyaneses, seis de ellos seleccionados para realizar estudios de Medicina en Cuba; y cinco ciudadanos de la República Popular Democrática de Corea, que visitaban países de América Latina en viaje de amistad, perdieron la vida en este criminal hecho.
Hijos, madres, padres de familia, atletas destacados y muchachos con metas por cumplir vieron en ese día el fin de sus añoranzas y sueños, por la acción abominable de terroristas como Luis Posada Carriles, Orlando Bosch Ávila, Hernán Ricardo y Freddy Lugo.
En la despedida del duelo a las víctimas del crimen de Barbados el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, aseguró: “Durante miles de años nuestro pueblo recordará, condenará y aborrecerá en lo más profundo de su espíritu este horrible asesinato. ¡Nuestros atletas sacrificados en la flor de su vida y de sus facultades serán campeones eternos en nuestros corazones; sus medallas de oro no yacerán en el fondo del océano, se levantan ya como soles sin manchas y como símbolos en el firmamento de Cuba; no alcanzarán el honor de la olimpiada, pero han ascendido para siempre al hermoso olimpo de los mártires de la patria!
¡Nuestros tripulantes, nuestros heroicos trabajadores del aire y todos nuestros abnegados compatriotas sacrificados cobardemente ese día, vivirán eternamente en el recuerdo, en el cariño y la admiración del pueblo! ¡Una Patria cada vez más revolucionaria, más digna, más socialista y más internacionalista será el grandioso monumento que nuestro pueblo erija a su memoria y a la de todos los que han caído o hayan de caer por la Revolución!
Hacia nuestros hermanos guyaneses y coreanos inmolados ese día, va también nuestro recuerdo más ferviente en estos instantes. Ellos nos recuerdan que los crímenes del imperialismo no tienen fronteras, que todos pertenecemos a la misma familia humana y que nuestra lucha es universal. No podemos decir que el dolor se comparte. El dolor se multiplica. Millones de cubanos lloramos hoy junto a los seres queridos de las víctimas del abominable crimen. ¡Y cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla!”.