La timidez de las copas de los árboles
Algunos árboles son tímidos gigantes que marcan su espacio personal y al hacerlo crean una especie de frontera fractal en los linderos celestes. Este fenómeno se conoce como timidez de las copas de los árboles, “desenmañaramiento del dosel” o “espaciado de la corona”, o en francés: “timidité des cimes”, todas poéticas alusiones a esta separación o alto recato de las ramas.
El fenómeno se conoce desde la década de los 20, pero sigue siendo un tanto misterioso. Lo más probable es que se produce por una especie de sinergia preventiva entre algunos árboles de la misma especie y de especies distintas. Algunas veces esta demaración ocurre cuando los árboles colisionan cuando el vientos los mueve y entonces sus puntas dejan de crecer en espejo. Esto se sabe ya que, cuando diversos investigadores han intervenido para que no choquen, las copas siguen creciendo.
Según cuenta Boing Boing, el investigador F. S. P. Ng tiene la hipótesis de que las puntas son sensibles a la luz y dejan de crecer cuando sienten menor cantidad de luz puesto que se acercan a la densidad de otro árbol que bloquea la entrada del Sol. Otra explicación tiene que ver con la posibilidad de que de esta forma los árboles evitan que se diseminen ciertos insectos que se alimentan de sus hojas. Lo que queda claro es que los árboles se cortan perfectamente su propio pelo.
Podemos especular poéticamente –porque las imágenes lo motivan– que estos árboles trazan un campo de protección áurica, individual y colectivo, en una oscilación eléctrica sutil. Al hacerlo forman sinuosas sangrías entre la luz del Sol y el azul del cielo. Estas formas nos recuerdan a la emblemática dendrita y al patrón de autosemejanza con el que crecen las hojas, los relámpagos y la electricidad.
Este fenómeno de autosemejanza en la naturaleza –las cosas crecen de manera fractal, y también dejan de crecer fractalmente– es explicado poéticamente por el “cazador de fractales” Héctor Garrido, quien ha documentado la formación de estas formas autorrecurrentes en el Parque Nacional de Doñana en Andalucía. Garrido ha compilado un atlas de fractales de las marismas de esta luminosa región española, con todo tipo de fractalfernalia, poemas e intimaciones topológicas que sirven como una guía para internarnos en el mundo matemágico de los fractales. Serpientes de agua, puzzles a ojo de águila, dendritas de arena, óleos de sol y tierra, glifos de telúrica entelequia (crop circles en canales turquesa) y estanques de pájaros cuya sombra labra su viaje en un espejo. Todo este material es parte de un precioso libro: Doñana y las marismas, armonía fractal. Doña Ana, madre de fractales y aves. En el multilaureado reportaje periodístico “La Piel de Doñana”, se explica cómo se forman estos miríficos fractales (en ese caso, de las marismas). Estas imágenes de la timidez de los árboles son como inversiones de las formas fluviales que pueden apreciarse en la tierra: el cielo en el espacio interarbóreo es un río de de aire:
La geometría de la naturaleza surge de la iteración, de la repetición permanente de los mismos procesos, pausada pero pertinaz. Es la gota de agua, tras otra gota de agua, la que arranca partícula a partícula el trazo sobre la piedra dura, y más fácilmente sobre la arena blanda o el barro de la marisma. De ahí nace la semejanza entre lo grande y lo pequeño, la autosimilitud, la repetición de la estructura a diferentes escalas. De ahí nace la bifurcación.