La persistencia de una Cuba prohibida para estadounidenses
La Habana, 17 ene.- Otrora uno de los destinos turísticos preferidos, una ley estadounidense que hoy cumplió 59 años persiste en prohibir a los ciudadanos la posibilidad de visitar libremente Cuba.
Vigente desde 1961, la medida está contenida en la Ley de Comercio con el Enemigo (Trading with the Enemy Act), de 1914, y forma parte de uno de los núcleos fundamentales de la hostilidad de Washington contra La Habana.
Sin embargo, más allá de las dificultades económicas que ocasiona a los cubanos, el entramado apunta directamente contra los derechos constitucionales de los norteamericanos, al impedirles los viajes a la isla.
Antes del triunfo de la Revolución (1959) la nación caribeña era uno de los puntos favoritos para veranear de los residentes en aquel país. La prohibición expresa llevó a la modificación de los gustos, pero no a las apetencias de recorrer Cuba.
Durante todos estos años, los residentes en Estados Unidos (pues la ley se aplica a todos) tuvieron que recurrir a licencias específicas en 12 categorías otorgadas por la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC).
De ese modo periodistas, artistas, deportistas, religiosos y otros sectores podían realizar visitas individuales o grupales mediante permisos emitidos y controlados por la OFAC, que entre otros elementos impedía pagos superiores a 187 mil dólares por persona.
Igualmente, los programas debían tener pocos espacios para la recreación, y su violación podía significar multas de hasta 65 mil dólares para personas y penas de cárcel de hasta 10 años.
A todo ello se incorporó en 1992 -mediante la ley Torricelli- la subcategoría people to people (pueblo a pueblo), que supondría un adoctrinamiento de las bondades de Estados Unidos para que los cubanos abandonaran el socialismo.
Controles más controles menos, en 2014 el restablecimiento de las relaciones diplomáticas ?decidido por los entonces presidentes Barack Obama y Raúl Castro- llevó a rumores del levantamiento de esa prohibición, una de las reliquias de la guerra fría.
Obama amplió de específicas a generales las licencias en las 12 categorías, lo que en la práctica llevó a que la OFAC no emitiera las licencias (se viajaba sin permiso, solo era necesario marcar una de las posibilidades permitidas), pero el entierro de esa ley no sobrevino.
La llegada del republicano Donald Trump a la Casa Blanca, en enero de 2017, supuso una vuelta de tuercas en la hostilidad bajo el pretexto de la ayuda cubana al gobierno legítimo de Nicolás Maduro en Venezuela. Casi ningún sector escapó a esa estampida.
Las visitas pueblo a pueblo (eliminadas en 2017) no pudieron destruir el socialismo en Cuba y al parecer llevaron a algunos norteamericanos darse cuenta que este pequeño país no era la amenaza que se menciona en los pasillos de la política en Washington y sobre todo en la Florida.
El 2020 llegó con el anuncio del secretario de Estado Mike Pompeo de nuevas restricciones a los vuelos chárteres hacia Cuba (antes prohibieron los regulares al interior de la isla), y severas limitaciones para los autorizados hacia el aeropuerto internacional José Martí, de esta capital.
Como antecedentes inmediatos, en 2019 las autoridades estadounidenses cancelaron, restringieron o prohibieron, cruceros, vuelos, remesas, servicios médicos, financiamientos, entre otros castigos.
Ya en una desenfrenada carrera por la reelección y acorralado por la posibilidad de un juicio político, Trump intenta quedar tuerto para ver ciego al otro, aunque para ello insista en la fracasada política anticubana de sus 11 predecesores desde Dwight D. Eisenhower hasta Obama. (Prensa Latina)