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El niño de Rosario (+Fotos)

La Habana, 14 jun.- Hace 95 años un llanto estremeció un apartamento ubicado en Entre Ríos y Urquiza, en la ciudad argentina de Rosario. Nacía allí Ernesto Che Guevara, ese hombre universal que hoy renace en quienes luchan por un mundo mejor posible.
Los recuerdos palpitan en esa vivienda, donde el tiempo parece congelado. Para quien visite su casa natal, resulta emocionante saber que en ese pequeño piso rosarino nació el más latinoamericano de los argentinos, ese que entregó su vida convencido de lograr el sueño de unidad de la Patria Grande.

Por estos meses en Rosario hace mucho frío y así ha sucedido cada 14 de junio. Hace cinco años atrás, con una temperatura cortante, Prensa Latina estuvo presente en el lugar donde nació, quien también fue impulsor junto a Jorge Ricardo Masetti de la fundación de esta Agencia Latinoamericana de Noticias, que cumplirá el venidero viernes sus 64 años de vida.

El rastro del Che en Rosario está en todas partes, aunque algunos sectores derechistas intenten una y otra vez agraviar su nombre. Su revolucionaria presencia emerge en ese hogar, donde en las afueras cada día cientos de admiradores, desde distantes lugares como Japón, tratan de que los actuales dueños les concedan la oportunidad de entrar a visitar la casa.

Allí, en el hogar donde Celia trajo al mundo a Ernestito, estuvieron para sus 90 años Calica Ferrer, su entrañable compañero de aventuras en el segundo viaje en motocicleta por Sudamérica, y el héroe Antonio Guerrero, uno de los cinco luchadores antiterroristas cubanos.

También estuvieron cuatro de sus hermanos, entre ellos el menor de los Guevara de la Serna, Juan Martín, y el expresidente uruguayo José Pepe Mujica, quien a una pregunta de Prensa Latina sobre la mejor manera de rendirle homenaje, respondió con su sapiencia: el mejor homenaje al Che, es no quedarnos quietos.

Para Mujica, el más grande homenaje al Che es «entender su actitud vital de amor a la vida y tener la decisión de vivir como se piensa, porque todos tenemos que elegir como pensamos o terminamos pensando cómo vivimos, he ahí la trampa de nuestra existencia», expresó en aquella ocasión.

Un Che en bronce, desde los más de cuatro metros de altura de la estatua que lo inmortaliza, contempla la Plaza rosarina y cobija a los presentes que llegan a esta ciudad. Un poco distante, pero cercano al apartamento donde nació, en una plaza bautizada Espacio Cultural Che Guevara, su rostro emerge a la vista de los transeúntes. En Rosario, el Che vive.

Hoy, en este nuevo cumpleaños, muchos rinden honores a quien apostó todo por un mundo mejor posible, al hombre que va más allá de una imagen universal, se multiplica, renace 95 veces más y se convierte en la guía de nuevas generaciones que quieren y luchan por un mundo justo y más humano.

(Tomado de Prensa Latina)