[:es]Dos latidos y un alma: Cuando el arte es más grande que la política[:]

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Ray Chew da vueltas en el escenario mientras los músicos ensayan. Se sienta en el piano, toca, se levanta. Él es el hombre orquesta. Sus pies no logran estarse quietos por un instante. Parece estar en una permanente búsqueda de perfección y armonía. Asiente con la cabeza y tira “su pasillo” al compás de lo que suena.

Baja de la tarima y retrocede hacia la mitad de la platea del teatro Mella. Desde allí ve la imagen completa, como un gran artista contemplando su obra maestra. Cada nota es un color, cada sonido una forma. Picasso está celoso de la imagen que contemplan sus ojos.

La prueba de sonido terminó a las 6:30 p.m. Casi todos los artistas del proyecto Two Beats One Soul pasaron durante el ensayo por “la mesa del acusado”, donde las periodistas, conscientes del esfuerzo y la premura, apuraron preguntas sobre esta colaboración entre artistas de Estados Unidos y Cuba, que llegó al 33 Festival de La Habana a hacer digno homenaje a la música de la mayor de las Antillas.

Un apagón impensado genera incertidumbre. Las luces de la calle Línea se apagan a menos dos horas del espectáculo. Pero la gente continúa llegando al teatro. En medio de una noche fría habanera, permanecen juntos, cercanos, haciendo paredes humanas contra el aire helado. Mantienen la esperanza de que no suspendan la función, y yo también.

– 8:25 p.m. – Llega la luz.

Vivian Scott Chew y su esposo Ray Chew, abrieron las puertas del Mella, junto al reconocido músico cubano Manolito Simonet, a un concierto único e inolvidable: Dos latidos y un alma, (Two Beats, One Soul). Y la música, soberana, tendiendo puentes entre dos pueblos.





En fotos, Dos Latidos y un alma

En video, “Two Beats, One Soul”

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