Atracción de inversión extranjera directa, reto para América Latina

La Habana, 28 ene.- América Latina y el Caribe enfrenta hoy varios retos para su desarrollo económico entre los que resalta la disminución sostenida que, durante los últimos años, muestran los índices de inversión extranjera directa (IED).

 

De acuerdo con un reporte reciente de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad por sus siglas en inglés), los flujos de inversión de capital en América Latina y el Caribe fueron de un cuatro por ciento menos durante el año pasado frente a los datos de 2017.

En un contexto de lenta recuperación económica en la región, se invirtieron cerca 149 mil millones de dólares por concepto de IED, revela la investigación.

Para América del Sur, añade el reporte, el indicador disminuyó en un seis por ciento debido a los menores flujos hacia Brasil y Colombia.

En el caso del gigante suramericano, principal receptor de la región, los flujos de IED disminuyeron en un 12 por ciento y se situaron en 59 mil millones de dólares mientras que la caída en Colombia fue del 21 por ciento y situó el monto total de capital en 11 mil millones.

No obstante estas caídas, otros países de la región como Chile y Perú se vieron favorecidos por incrementos de un 31 y un 23 por ciento, respectivamente.

En comparación con 2017, los flujos aumentaron en un tres por ciento en 2018 en América Central.

México recibió 32 mil millones de dólares, un nivel similar al del año anterior, Panamá aumentó a casi seis mil millones y en Costa Rica, una actividad económica más lenta durante la segunda mitad del año, contribuyó a la disminución de las entradas en un 22 por ciento.

Según abundó el análisis, en el Caribe, excluyendo a los sectores financieros extraterritoriales, los flujos disminuyeron en un 24 por ciento debido a la caída de su mayor receptor, República Dominicana.

La tendencia presente en Latinoamérica y el Caribe está en consonancia con la reducción de la IED a nivel global que suma ya caídas por tres años consecutivos.

La IED mundial se redujo 19 por ciento en el 2018 para llegar a un estimado de 1, 2 billones de dólares mientras que, un año antes, la reducción fue de un 23 por ciento al pasar de 1, 87 billones en 2016 a 1, 43 billones en 2017, estimó la Unctad.

Como quedó establecido por el estudio, en el conjunto de los países desarrollados el declive fue del 40 por ciento.

‘La tendencia subyacente de la IED ha mostrado un crecimiento anémico desde la crisis financiera mundial y ha tenido una trayectoria descendente desde el 2013’, estimó el director de la División de Inversiones de la UNCTAD, James Zhan.

El funcionario consideró asimismo que los factores detrás de esta tendencia negativa, como la menor rentabilidad de la inversión extranjera y los cambios en las cadenas de valor globales, no cambiarán en el futuro cercano.

Así, las alertas realizadas hace pocos meses por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Celac) acerca de unas condiciones financieras más ajustadas para la región se hacen patentes.

El informe de 2018 de esa entidad sobre IED en América Latina y el Caribe, alertó oportunamente que las corrientes de capital cayeron por tercer año consecutivo en 2017 y se quedaron en 161 mil 673 millones de dólares, un 3,6 por ciento menos que el año anterior, y un 20 por ciento por debajo de lo recibido en 2011.

La caída de la IED desde 2011 hasta ahora se ha concentrado casi exclusivamente en el sector de los recursos naturales, donde los flujos de inversión disminuyeron 63 por ciento, mientras en el sector de servicios cayeron 11 por ciento y en manufacturas aumentaron levemente, estableció el reporte.

De acuerdo con la Cepal, este fenómeno se debió a los menores precios de los productos básicos de exportación, que redujeron significativamente las inversiones en las industrias extractivas.

A propósito del tema, la secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena, determinó que sacar el máximo provecho de la IED no se trata solo de crear las condiciones para que lleguen capitales extranjeros, sino para que las inversiones se vuelvan fuentes generadoras de derrames tecnológicos y productivos, de empleo, y para que se orienten hacia un crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible.