Cubanos torturados por traficantes de personas relatan odisea sufrida
La Habana, 23 oct .- Cuatro cubanos que salieron ilegalmente del país con la intención de llegar a Estados Unidos por medio de traficantes de personas contaron aquí, tras regresar deportados desde México, la historia de secuestro y torturas vivida a manos de los delincuentes.
Kendry Melenilla, de 24 años, Julio César Urbina Díaz, de 25, Jorge Arencibia, de 29 y Yunier Rosado Sosa, de 26, todos residentes en la Isla de la Juventud, comprobaron en carne propia la crueldad de contrabandistas y narcotraficantes.
Influidos por la propaganda proveniente de Estados Unidos y estimulados por la asesina Ley de Ajuste Cubano, a pesar de contar todos con familia, profesión y trabajo en Cuba, emprendieron lo que culminó en una aventura de terror de la cual fueron protagonistas en Cancún, México, prisioneros de siniestros negociantes.
Melenilla trabajaba en un hotel de Nueva Gerona, vivía con su madre, padrastro y hermano, había escuchado hablar del "dinero fácil" a ganar en Estados Unidos y tenía allí un amigo de la infancia, el cual él pensó que asumiría el costo exigido por los traficantes.
Pero el amigo debido a la fuerte crisis económica que se vive en los Estados Unidos no tenía dinero e incluso cambió el número de su teléfono para evitar lo llamaran y comenzaron las torturas mediante golpes, el corte de la punta de las orejas, las descargas eléctricas en el cuerpo mojado, y la amenaza de entregarlo a los narcotraficantes para que lo asesinaran. Con el fin de intimidarlos les hacían saber que ya habían matado a otros que no habían cumplido con la paga convenida.
Estas torturas se repitieron con aquellos de los 14 viajeros de la lancha cuyos familiares no depositaron el dinero demandado por los traficantes y el maltrato fue solo un poco menos intenso con quienes habían cumplido con una parte del reclamo.
Lo sucedido durante los 13 días en que permanecieron secuestrados, apenas en ropa interior, durmiendo en el suelo, apiñados todos en una pequeña habitación, recibiendo como alimento, en todo el día, un pequeño vaso plástico con frijoles y agua, fue una tragedia con diversos tonos dramáticos hasta el rescate por la decisión y acción inmediata del ejército mexicano.
Los torturadores de origen cubano residentes en Estados Unidos y que fueron los pilotos de la lancha que les llevó a territorio de Cancún, se comunicaban telefónicamente con familiares de las víctimas para que escucharan los gritos de dolor de sus parientes con el propósito de conmoverlos y obligarlos a pagar.
Momento particularmente impactante fue la expresión del hermano de uno de los secuestrados quien lo reprendió porque él no lo había mandado a buscar, y dijo a los delincuentes que él no tenía dinero para pagarles.
Urbina emprendió la aventura estando en quinto año de la Licenciatura en Cultura Física, trabajando como profesor en un politécnico y a punto de comenzar a laborar en el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación, en pleno desarrollo de su carrera.
Mi esposa nunca estuvo de acuerdo en que me fuera, pero yo lo tomé como un juego, una aventura, y por poco me cuesta la vida, señaló.
El fue la persona que, en un descuido de sus captores armados, logró lanzar por una ventana los mensajes hacia la casa vecina pidiendo ser rescatados, algo materializado a las pocas horas.
Los secuestradores nos quitaron la ropa y mi reloj, con los cuales se quedaron junto con el dinero incompleto que algunos familiares pudieron enviar, me dieron muchos planazos, me cortaron la punta de las orejas y me aplicaron electricidad, dijo.
Yunier Rosado, un técnico medio con un buen trabajo en la Planta Eléctrica de Nueva Gerona, contó cómo sus tres hermanos residentes en Estados Unidos enviaron cuatro mil dólares, pero no pudieron depositar el resto, a pesar de una rebaja de la cuota a seis mil 500 dólares.
Gracias a ese envío no le torturaron, pero lo sentaban, al igual que a otros de los cautivos, a ver como aplicaban los tormentos a quienes no tenían dinero para pagar.
Yo lloraba al ver torturar a mis compañeros y también temía por mi vida, pues escuché historias de personas que, después de pagar lo exigido, nunca llegaban a Estados Unidos pues eran asesinadas.
Jorge Arencibia, trabajador de Salud Pública, el cuarto de los entrevistados, también tiene los amargos recuerdos de la tortura, de haber estado tan cerca de la muerte después que su hermana, residente en Estados Unidos no envió el dinero por temor a ser extorsionada.
Pensé que me iban a matar y no iba a ver nunca más a mi esposa y mi hija, porque nos amenazaron con entregarnos a "los Z", recordó, en referencia a la mafia narcotraficante mexicana vinculada con los cubanos dedicados al tráfico de personas.
Los cuatro jóvenes cubanos coincidieron en sus declaraciones que conocieron en carne propia, por primera vez, el significado de la palabra tortura. Con pesar reconocieron que fueron presas de los cantos de sirena, y de la ley que permite solo a los cubanos ser acogidos en los Estados Unidos. Como colofón de la entrevista pidieron que su verdad fuera conocida por todos y que ojalá sirviera para evitar experiencias similares.(PL)