EE.UU., China: variantes ante la crisis
Conjurar la grave crisis económica surgida en los Estados Unidos y que hoy afecta a todo el planeta, ha impulsado las más diferentes fórmulas.
Para aquellos donde se generó la catástrofe a cuenta de la rapacidad de los especuladores y la irresponsabilidad y complicidad oficiales con semejantes tahures de las bolsas y las finanzas, el remedio no podía ser otro: otorgar sumas multimillonarias del erario público a la propia maquinaria voraz de los culpables, al fin y al cabo, los representantes por antonomasia del capitalismo rampante.
De manera que con George W. Bush primero, y con Barack Obama después, el camino no fue diferente.
Las solicitudes de ayuda para financieras, monopolios industriales, grandes prestamistas y poderosos inversores en apuros, llovieron sobre el Congreso, que vocero al fin de tales intereses, no dudó en aflojar las sumas para que los ricos en desgracia pudieran sobrevivir y mantener el mismo loco rumbo.
Para los desempleados y las familias que perdieron casas y bienes, por cierto, cada vez más en número, solo se reservó la magra promesa de que el futuro “será mucho mejor” gracias a los desvelos oficiales por darle sostén a los “pilares del sistema”.
En cambio, en otras fronteras, la realidad ha sido bien distinta.
No sin malas ganas, los medios de prensa occidentales dieron a conocer en días pasados las noticias procedentes de Beijing en las cuales se informaba que el crecimiento económico chino en el más reciente trimestre alcanzó la cifra de 7,9 por ciento, para convertir al gigante asiático en la economía más dinámica del momento a escala global.
No han faltado las dificultades en aquella enorme nación, desde el descenso de las ventas en el exterior hasta recortes en la adquisición de suministros básicos, sin embargo, China obró de forma más coherente y justa que las grandes potencias capitalistas.
Beijing no fue reacio a enormes desembolsos de socorro cercanos a los 900 mil millones de dólares, pero en vez de destinarlos a los promotores del caos, los puso en función de elevar el consumo interno y la calidad de vida de sus ciudadanos. El mercado local, de más de mil millones de consumidores, no tardó en dar respuestas positivas.
Las producciones estancadas encontraron salida, y la gente mejoró su estatus, combinación que se aleja diametralmente de las fórmulas excluyentes aplicadas en EE.UU. y otros lares.
La reanimación china ha sido de tal magnitud que, incluso, ha impulsado los precios de materias primas deprimidas como los energéticos y los metales básicos, con notable carencia de demanda a partir de la debacle de la inmensa mayoría de los polos desarrollados.
Nada, que enfrentar la crisis tiene sus variantes, y cada quien las asume a partir del signo egoísta o no de sus ideas y proyectos. (Por Néstor Núñez/Servicio Especial de la AIN)