Hermanas santacruceñas son aquí una potencia educacional

Hermanas santacruceñas son aquí una potencia educacionalExpresión conmovedora, esa que sabe conducir la enseñanza en varias generaciones, ha sido corona moral en el transitar de cuatro hermanas, quienes desde la consagración personal y las hipnotizadoras arrugas enarbolan el honor merecido. Tales trayectorias se han convertido en piezas sustanciales del Sistema Educacional en Santa Cruz del Sur.

Cuentan ellas mismas, fue Rogelio, el farmacéutico y padre conducente, quien las inclinó hacia tan elocuente carrera. Quiso, fueran maestras, convirtiéndose la anuencia de las féminas en regocijo familiar. La propia vida las hizo amar a Martí, donde estuvo efectivo el querer ardiente hacia el progenitor, ahorrándole inquietudes.

“Recuerdo una de la tantas frases maravillosa dichas por el Apóstol: Hombres recogerá quien siembre escuelas”, comenzó refiriendo Yolanda. “Los maestros estamos unidos a la sociedad, tenemos en nuestras manos algo muy delicado: los niños, adolescentes y jóvenes. El progresar patrio”.

Para Silvia el educador se ocupa, además, de enseñar todo lo bueno, para desenvolverse en la sociedad y preservarla a la vez. Ester especifica que en la morada donde reside junto a la familia creada, la educadora mantiene la utilidad, al conducir “a mi nietos. Ya a los hijos los formé sobre el honor y la honradez, aunque nunca se termina. Madre y abuela no finalizan en esos ejercicios”.

Delia llevó las evocaciones hacia aquella etapa palpitante: “Fui auxiliar pedagógica, faena realizada en la escuela de enseñanza especial Tania la Guerrillera, debí atender a pequeños con características muy concretas y prepararlos para la vida adulta independiente desde el cariño y a través de diferentes actividades. Quiero comentarle otra satisfacción, tengo un nieto incorporado a los nuevos educadores, estudia en la escuela pedagógica de Camagüey”.

Las notoriedades en esta Revolución llevan además el proceder natural de las Molina Noda. Aunque no son heroínas, llevan el reconocimiento del alumnado, porque han aportado nobles elementos hacia los cuales asciende el alma humana, sementera riquísima en sonrisas concedidas a la abnegación y sinceridad.

Al solicitar Fidel a los jóvenes convertirse en maestros populares, Silvia no estuvo ajena al reclamo de su padre.

“Di mi disposición con apenas 16 años, había terminado los estudios secundarios. Comencé en La Honda, zona rural del poblado Haití… y durante mucho tiempo he transitado por varios planteles del territorio, pertenecientes a las enseñanzas primaria y secundaria; laboré en el Instituto de Perfeccionamiento Educacional (IPE) formando maestros; di aportes en la sede universitaria local y en la Facultad Obrera Campesina. Ahora estoy dedicada a ocho círculos de interés pedagógicos, soy la instructora”.

¿Quieren ser la mayoría maestros en el futuro?, consultamos a la avezada profesora. “Muchos llegan manifestando no sentir motivación, sin embargo cuando concluyen la etapa en el círculo de interés, declaran querer ser maestros. Alli se les enseña las cualidades del educador, la importancia de esa labor y el reconocimiento social; incluso les impartimos contenidos sobre historia y la obra eterna construida por muchos educadores cubanos. Tengo total seguridad de que podrán seguir nuestros pasos”.

El mejor educador existe en el pensamiento de Yolanda: “Es mi padre. Tanta era su vocación magisterial, que cuando comencé el primer grado ya yo sabía leer y escribir. Como psicóloga conozco, hay vocaciones prematuras… siendo pequeña me gustaba la enfermería, pero él decía, usted será maestra; usted no tiene valor para ser enfermera; usted será una buena maestra. Teniendo 14 “primaveras” me presente a los exámenes a fin de ingresar a la Escuela Normal. Estoy encantada al haber aceptado la genial advertencia paternal”.

Ester es de la opinión que nadie debe sentirse satisfecho por lo hecho, aunque me siento bien cuando valoro lo ejecutado desde el primer grado hasta llegar a dirigir la escuela especial Tania la Guerrillera, durante 16 años.

“Adoré a todos los estudiantes. Los árboles tan crecidos en ese plantel fueron sembrados con la ayuda mía y del alumnado. Al recordar esa tarea extraescolar y tantas otras, siento deseos de llorar. Esos niños y niñas convertidos en personas mayores siguen admirándome, y yo a ellos”.

Para ser maestro hay que sentirlo, “de lo contrario nadie puede desempeñar ese trabajo”, afirma Delia. “Lo primero es profesarle amor a los niños, sin ese sentimiento no se alcanza nada”.

Cada una ha dado pruebas de su cometido, tras las cuales han conseguido moldear excelentes seres humanos, satisfacciones convertidas en razones para vivir alborozadas. En el notorio instruir y enseñar se han convertido en Potencia Educacional. (Raúl Reyes Rodríguez/ Radio Santa Cruz)