La presencia viva de Camilo
El 28 de octubre de 1959 el avión donde viajaba el Comandante Camilo Cienfuegos desapareció sin dejar rastro.
El trayecto desde el aeropuerto de la ciudad de Camagüey a la capital de la isla requería,a lo sumo, dos horas de vuelo; pero el bimotor que había partido a las seis y un minuto de la tarde con combustible suficiente para llegar a su destino, se precipitó en el mar.
Camilo Cienfuegos, jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde, cumplía por aquellos días una delicada misión asignada por el Comandante en Jefe Fidel Castro: estabilizar la provincia camagüeyana, luego de abortar un complot contra el joven Gobierno Revolucionario, cuya principal figura resultaba ser el entonces comandante desertor Hubert Matos.
Fueron varias las jornadas de intensa búsqueda. Fuerzas militares y civiles de la marina y de la aviación se movilizaron para encontrarlo. El pueblo siguió paso a paso los detalles de las acciones que se hicieron para localizarlo, hasta que el propio Comandante en Jefe dio a conocer, en una rueda de prensa trasmitida a toda la isla el 12 de noviembre, el fin de las operaciones de rastreo.
Camilo había llegado al corazón de los cubanos con aureola de leyenda. Fue el último hombre que integró el grupo de los expedicionarios del yate Granma y uno de los 82 combatientes que desembarcó el dos de diciembre de 1956 en una punta de mangle de la costa suroriental de la Isla. Sobrevivió al ataque sorpresa de Alegría de Pío.
Como guerrillero, protagonizó en la Sierra Maestra muchas acciones. Jefe del pelotón de la vanguardia en la tropa que conducía Ernesto Guevara, el roce, respeto y admiración mutuos, los unió en amistad. En agosto del 58, a una orden de Fidel, marchó desde Oriente a Occidente al frente de la columna número 2 Antonio Maceo. Se convirtió así en el Héroe de la Batalla de Yaguajay
El entrañable combatiente que el pueblo sentía como suyo, dos días antes de su desaparición física, el 26 de octubre de 1959, había expresado en unas breves palabras dirigidas a la multitud de habaneros congregados frente al Palacio Presidencial,después de los sucesos ocurridos en Camagüey, su disposición a combatir la traición defendiendo los principios de la Revolución.
Fue una emotiva intervención, un discurso que concluyó con los versos que el poeta y patriota Bonifacio Byrne había dedicado a la enseña nacional amenazada. El mar de pueblo congregado acompañó a su comandante coreando las estrofas del emblemático poema, que expresaba la disposición de preservarla dignidad contenida en el símbolo de la bandera cubana.
A Camilo, los cubanos lo reconocían y distinguían por su proverbial sencillez. De gran ascendencia popular logró, con sus maneras de auténtico hijo del pueblo, la confianza de todos. La destacada conducción de la Columna Invasora durante la Guerra de Liberación y las múltiples batallas que libró le caracterizaron como el Señor de la Vanguardia.
El propio Fidel en el discurso que pronunció la noche del ocho de enero de 1959 en la Fortaleza Militar de Columbia,colofón del multitudinario recibimiento de los capitalinos al Ejército Rebelde, lo interpeló con la memorable frase: ¿Voy bien, Camilo?. En su alocución el Comandante en Jefe alertaba sobre lo necesario que era para un revolucionario respetar la opinión de sus camaradas.
Columbia, símbolo del poder militar de la tiranía de Fulgencio Batista, fue tomada el día dos de ese mismo mes y año por la columna guerrillera Antonio Maceo- comandada por Camilo-; y el 10 de marzo, en un acto sin precedentes, él mismo empuñó la mandarria con la cual comenzó a derribar los muros del cuartel que a partir del 14 de septiembre siguiente se convirtió en una ciudad escolar.
La desaparición física de Camilo Cienfuegos ocurrió pocos meses después de producirse el triunfo de las fuerzas del movimiento de liberación, cuando la efervescencia por poner fin a la ignominia y dar paso a la libertad apenas empezaba. Era en esos momentos un carismático joven- de 27 años – lleno de responsabilidades, una de las figuras más emblemáticas de la Revolución.
Recordarlo eternamente y regalarle flores cada 28 de octubre se ha convertido en una tradición de los cubanos. Honrar al héroe del sombrero alón y la sonrisa confiada y franca, al guerrillero que pasó a la historia por las muchas batallas libradas y victoriosas, es una acción que enaltece a Cuba y a sus hijos. (Por Rosa María González López, AIN)