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Lo que se está jugando en Siria

Hay momentos históricos en que incluso los contemporáneos pueden reconocer el fin de una época. Ya es un tema común el hecho de que Estados Unidos ha perdido poder dentro del sistema-mundo. Su pulseo político con Rusia y la resistencia de Siria al intento de cambio de régimen parecen haber acelerado, o al menos hecho visible, un proceso de reconfiguración de las relaciones internacionales. La interrogante es ahora, ¿cómo las elites políticas estadounidenses se adecuarán a esta situación?

Para el académico norteamericano Immanuel Wallerstein, la "hegemonía mundial" de Estados Unidos tuvo un periodo cumbre que "duró unos 25 años", desde 1945 hasta inicios de los años 70.

Esa década fue especialmente difícil. Además de la crisis económica del 73, al desastre de Viet Nam siguió el escándalo de Watergate, la renuncia de un Presidente y la Revolución Islámica de Irán.

Pero la balanza se volvió a inclinar hacia el poder omnímodo de Washington después de la Guerra del Golfo y el desmoronamiento de la Unión Soviética. Charles Krauthammer, un autor conservador norteamericano, bautizó ese periodo en 1991 como "el momento unipolar". Fue solo un instante.

Sin embargo, como consecuencia de los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001, los neoconservadores en el poder quisieron prolongar ese "momento". La administración Bush intervino en Iraq unilateralmente, sin la anuencia de Naciones Unidas. Para Wallerstein, Estados Unidos fue a la guerra en Iraq no solo por el petróleo, sino "para demostrar que podían".

La guerra contra Siria ha sido diferente. Imad Fawzi Shueibi, presidente del Centro de Estudios Estratégicos y Documentación de Damasco, considera que "el hecho de que Rusia y China alcen su voz ha puesto a esos dos países a desempeñar el papel de motor en la actual dinámica del Mediterráneo oriental, lo cual significa indudablemente el fin de la historia estadounidense en la región".

Aunque ese criterio podría ser demasiado absoluto, Washignton se encuentra en una disyuntiva: intentar mantenerse como potencia hegemónica o tratar de consolidar un mundo multilateral donde sigan teniendo el papel protagónico.

Cuando Barack Obama ocupó la Casa Blanca, parecía que había llegado al poder un sector político que comprendía las limitaciones de Estados Unidos. Pero su postura con respecto al gobierno de Bashar al-Assad indica lo contrario. El asesor adjunto de seguridad nacional, Benjamin J. Rhodes, lo dejó claro: "Estados Unidos durante décadas ha desempeñado el papel de ceñir la arquitectura de seguridad global y la aplicación de las normas internacionales. Y nosotros no queremos enviar un mensaje de que vamos a salir de ese negocio".

"Estados Unidos ya no tiene el poder para hacer cumplir sus decisiones. Pero Obama no está dispuesto a reconocer esta realidad", ha sentenciado Wallers-tein. Hablar de una era postestadounidense no es solo la proyección de un deseo o un simple punto de vista político. Pero es difícil predecir cómo será el proceso de transición, pues aunque el poder de Washington disminuye, aún es mayor que el de cualquier otro.

De la resistencia siria, la actuación de Naciones Unidas, la postura de Rusia y la oposición del pueblo estadounidense a una intervención armada puede de-pender la reconfiguración de las relaciones internacionales.

(Tomado de Granma)