¿Agricultura sostenible o… insostenible?

Cuba hace grandes esfuerzos por ordenar su frente agropecuario, incluido el cañero, para reducir los considerables costos de producción, en buena medida provocados por la importación de recursos y a la vez, busca aumentar los rendimientos en todas las ramas de este importante sector de la economía.

¿Cuánto gasta cada año el país en favor de esta esfera de la alimentación, cuando los precios de los medios materiales, sean maquinarias, agregados, laminados, combustibles y lubricantes, plaguicidas, fertilizantes y muchos más, escalan constantemente cotas más altas y encima de esto, se deben traer desde lugares distantes?
  
La cifra de lo que se eroga debe ser bien alta, pues solo en la importación de alimentos el gasto es del orden de los dos mil millones de dólares, según informó en julio último el vicepresidente del Consejo de Ministros,  Adel Yzquierdo, titular de Economía y Planificación; y a ello se debe sumar lo relativo a los recursos.
  
Estas son razones más que válidas para conseguir una agricultura y ganadería con niveles de eficiencia superiores a los actuales y que respondan al objetivo de su propia existencia: asegurar la alimentación del pueblo y hacerlo de forma sostenible, o lo más cercano posible a tal condición.
  
Pero existe otro motivo, no menos importante, pero muy dañino en lo económico, lo ético y lo moral: es el desvío, mejor dicho, el robo de recursos.
  
Es frecuente que agricultores de pequeñas parcelas, de conucos, en el fomento de los terrenos, preparan la tierra con tractores estatales o de cooperativas y le pagan al operador con quien fijó el dudoso contrato, dinero el cual va al bolsillo del conductor, aunque el equipo y el combustible consumido no le pertenezcan.
  
Esta resulta práctica habitual en el medio rural y se ve como algo normal, pero no deja de ser un proceder carente de honradez y muestra de descontrol por quien o quienes deben velar porque hechos así no ocurran.
  
Agréguele la venta en el mercado negro de herbicidas, insecticidas, fertilizantes químicos, diésel, machetes, botas altas de goma, componentes para riego de agua, piezas de repuesto, motores completos o hasta de un tractor, hurtados de almacenes o dejados de emplear en el destino para el cual se planificó.
  
¡Qué nadie se sorprenda por esto ni se sonroje, si se siente aludido o calle por complicidad!
  
Hace algunas semanas, varios periodistas dimos cobertura al recorrido de un dirigente de la Revolución por una provincia cubana, y éste inquiría en cierta cooperativa si se había aplicado todo el herbicida asignado para el cañaveral, en aquel momento bastante infestado de malezas.
  
El silencio fue la primera respuesta, y ante la insistencia… la afirmación sobre el buen empleo del recurso. En los alrededores, podían verse los conucos de arrozales libres de hierbas, espléndidos, vigorosos. Allí estaba la verdadera respuesta.
  
Ese proceder es dañino para el país, la unidad productiva, el colectivo, la familia de cada trabajador y hasta mal ejemplo para los niños. Es preciso tomar conciencia de que actuar así no ayuda a nadie.
  
¿Qué ocurriría si usted va a operarse de urgencia y no es posible hacerlo porque falta la anestesia, pues la asignada para la cirugía en cuestión, fue robada y vendida por la calle a alguien para aliviarle el dolor?(AIN)