Cultura

Plazas camagüeyanas como blasones que dan fe

Valoradas simplemente en la suma son una cuenta famélica, pero andan desbocadas sobre la aritmética y están entre los blasones esenciales que dan fe, en la vista y en la historia, del asentamiento definitivo de la otrora Villa de Santa María del Puerto del Príncipe, hoy Camagüey, en el centro-oriente de Cuba.

Son las más antiguas y las cinco principales plazas con las cuales la Villa dejó unos pocos ensanchamientos entre sus vías estrechas, y de curso sinuoso, en una trama vial laberíntica en un sitio lejos del mar.
  
La primicia correspondió a la Plaza de Armas, nacida en 1528 cuando tras dos asentamientos  -el primero en la costa norteña, presuntamente en 1514-, Santa María del Puerto del Príncipe cesó el peregrinaje en una inmensa llanura mediterránea, ansiada por un puñado de colonos españoles como si fuera una tierra prometida.
  
Desde ese espacio con honda presencia física y espiritual comenzó a expandirse un poblado con pocos habitantes y un reducido número de inmuebles, de paredes de madera y techo de ramas, semejantes a viviendas de comunidades aborígenes del archipiélago cubano.
  
No todas tienen ya las dimensiones originales, ni los nombres primitivos, ni, lógicamente, las imágenes fundacionales.
  
Las de San Juan de Dios, de los Trabajadores (o de la Merced) y la de la Solidaridad (de la Soledad y llamada también del Gallo), continúan con sus atributos de plazas, y las de Armas y de San Francisco  hoy son los parques Agramonte y de la Juventud José Martí, respectivamente.
  
Esos sitios atesoran, entre otros símbolos, diversas transformaciones en la arquitectura local.
  
Uno de ellos es la otrora de Armas, delimitada por inmuebles sustitutos de construcciones anteriores y edificados en el transcurso de tres siglos, del XVIII al XX.
  
En la ciudad hay otras, generadas también en diferentes períodos, entre ellas, las de Santa Ana, Carmen, Bedoya, Cinco Esquinas, Cristo, Joaquín de Agüero, Libertad, y de la Revolución Mayor General Ignacio Agramonte -la más extensa y moderna- de la localidad.
  
Pero ninguna con tanto abolengo jalonado por el tiempo como las cinco más vetustas, las cuales indican aproximadamente los extremos del sector local proclamado en el 2009 Patrimonio Cultural de la Humanidad.
  
Están entre los hitos solemnes con huellas para siempre en la zona fundacional del último asentamiento de aquella Villa andariega, pequeña y de frágiles inmuebles, de su vida sin más éxodos, y de lo que fue y es el caudal que une a Santa María del Puerto del Príncipe con Camagüey. (Por Adolfo Silva, AIN)