La superabuela
Así está bien definida la anciana que constituye el centro de todas las actividades domésticas; aquella que sobrepasa los 60 años, destinada a las tareas del hogar.
Según un estudio reciente, los hombres que dedican un tiempo superior al resto a las tareas de la casa, son los viudos –y no llegan a las 3 horas al día-; mientras que el mal llamado “sexo débil”, casadas o viudas, exceden las seis horas diarias.
La mujer enfrenta una situación particular, porque en la misma medida que alcanza un mayor nivel intelectual, aumenta su responsabilidad laboral, sin abandonar el peso de las obligaciones domésticas.
Cuando llegan a la jubilación, el número de féminas que adoptan la posición de “jefa de la casa” se extiende desde las edades de 60 hasta los 85 años. Por largas etapas asume el peso de las tareas no compartidas por el resto de los componentes del núcleo familiar. Esta sobrecarga acelera su envejecimiento, pero esa realidad no hace mella en su resentida autoestima. Por si fuera poco, los mitos heredados la inducen a mantenerse acicaladas para no “ahuyentar” a su pareja, al que tampoco hacen partícipe de los problemas cotidianos del hogar, considerados “asuntos sin importancia”.
En las consultas de terapia sexual para ese grupo etario, se atienden estas señoras esclavizadas con la limpieza, compra y elaboración de los alimentos, cuidado de los nietos, y otras actividades. Son, ni más ni menos, trabajadoras que no devengan salario, no tienen vacaciones, ni días libres.
Al finalizar cada jornada, el agotamiento las vence. Pero, al llegar la noche, “acostarse” no siempre significa descansar para recuperar las energías necesarias, pues en la mayoría de los casos, debe prestarse a la demanda de sexual de su compañero.
Los sexólogos reconocen que los casos que acuden a la consulta no es por interés personal, sino porque sufren las presiones del marido.
Por tanto, la solicitud de ayuda especializada, no es en busca de recuperar su propio bienestar, sino en función del placer y la satisfacción de su pareja. Esfuerzo final, al que se someten pasiva y calladamente, por considerarlo una “obligación” más.
Heydi González Cabrera/Radio Rebelde