Hombre Araña francés regala espectáculo al público cubano
La Habana, 5 feb .- Conmovido por un público que en vez de verlo caer quería verlo triunfar, Alain Robert le regaló un poco de show a quienes presenciaron su escalada al hotel Habana Libre.
Los alrededores del céntrico hotel habanero se repletaron más de lo habitual: la concurrida esquina de 23 y L vio al Hombre Araña francés trepar de balcón en balcón hasta coronar su empresa.
En realidad se había preparado para algo peor, aunque quién sabe qué podría asustar a quien ha trepado dos veces la torre Eiffel sin redes ni arnés, y que sometió hasta a las torres Petronas malayas.
Poco antes de la subida, sentado en el lobby del hotel, Robert conversó con Prensa Latina sobre el desafío que le esperaba, y no lucía particularmente ansioso; intuía quizás que sería fácil.
Tal vez para añadirle dramatismo escogió el mediodía para subir un edificio demasiado cercano al mar y a la erosión del salitre, un riesgo adicional para una empresa que muchos consideran de locos.
"Aquí el clima varía mucho, ayer hizo frío, hoy calor, pero eso no me preocupa. Arriba no tengo tiempo para pensar en el miedo a caerme, necesito toda mi concentración", confesó en la mañana.
Desayunó una omelette, jugo de naranja, café, y nada más hasta el mediodía: demasiado frugal para una última cena, pero ideal para mantenerse liviano y flexible a la hora de trepar.
A la hora señalada salió a un balcón del tercer piso, con sus pequeñas manos entizadas en esparadrapo, su peculiar gargantilla verde y las greñas sueltas, una camiseta blanca y mucha ilusión.
Con apenas 50 kilogramos de peso, Robert deposita toda su fe en sus manos para evitar un accidente: a más de 20 metros, da lo mismo caerse del Burj Khalifa que de la más vulgar de las azoteas.
Pero al comprobar que subir sería sencillo, trató de complacer al público que se arremolinaba abajo para verlo, en especial a los niños de una escuela cercana, los que más le gritaban.
"Los adultos son muy tímidos, pero me gustó que me estimularan a subir, porque en otros lados van con el morbo de verme caer", dijo Robert a los periodistas que lo esperaba en la planta baja.
De hecho, varias veces hizo como que se caía, o quedaba guindado de las barandas, pero todo es parte del show que ha perfeccionado en los casi 40 años que lleva trepando edificios como un lagarto.
Tampoco el apodo de Hombre Araña le gusta: es más, preferiría que lo compararan con un lagarto, una serpiente, pues le gustan esos animalejos, y vestir con ropas y botines de cuero escamado.
"He sido fiel a mi camino, aunque sea difícil, nadie sabe cuánto durará, y solo quiero mantenerme saludable para seguir cumpliendo mi sueño: subir edificios, superarme a mi mismo", aseguró. (PL)