Cuba, el amor por los árboles (II)

Por lo general, la vegetación es considerada como el conjunto de todas las plantas en una localidad, donde permanecen en equilibrio con las condiciones ambientales y estables por largo tiempo.

Situación semejante ocurre siempre y cuando no interfieran otros procesos, según especialistas, quienes aclaran que esta es denominada clímax y su estudio constituye la base para entender las restantes manifestaciones existentes en alguna zona.
  
Sin embargo, el esplendor no puede desarrollarse después de su destrucción, bien por la acción humana o por fenómenos naturales, sino que su regeneración pasa por períodos cuando rompe el equilibrio con el entorno.
  
Ese estadio recibe el nombre de sucesión y en Cuba es notable el caso de los pinares de la Sierra Maestra, de acuerdo con el célebre científico alemán Johannes Bisse (1935-1984) en su libro “Árboles de Cuba”.
  
Señala al respecto que allí, como en todas las montañas tropicales, a menudo suceden derrumbes por efecto de la intensa erosión que destruye el follaje local y saca a relucir el mineral desnudo.
   
El género Pinus da muchas semillas transportadas con facilidad por el viento y que germinan en contacto con suelos minerales, razones por las cuales se convierten en las primeras “colonizadoras” de tales lugares.
   
Así contribuyen a hacer repoblaciones naturales. Sus hojas caídas ayudan a restablecer la capa vegetal del terreno y de esa manera crecen las posturas de los árboles de pétalos anchos.
   
Pero este suelo cubierto de hojuelas impide la germinación de las semillas de los pinos aislados, como por ejemplo en las cercanías de Pino del Agua, pequeño poblado edificado en torno a un aserrío en el firme de la Sierra Maestra.
   
Por ese camino, y al cabo de cientos de años, los viejos pinos desaparecen en forma natural y queda restablecida en el lugar la pluvisilva de montaña, muy típica de la zona mencionada, por el  hecho de que se transforma en selva lluviosa.
   
Johannes Bisse, botánico que residió en Cuba durante 18 años como profesor invitado de la Universidad de La Habana, laboró en el desarrollo del Jardín Botánico Nacional y en la formación de sus cuadros científicos.
   
Una de las tesis centrales de este apasionado protector del herbario es que los árboles deben ser conservados al máximo por su rol en la economía y en la vida de la población de naciones, desarrolladas o no, debido a que todas están sometidas a su influencia.(Por Lino Luben, AIN)