20 de octubre, originalidad y vocación universales cubanas
Cuando el martes 20 de octubre de 1868, después de la liberación de la ciudad de Bayamo por las tropas del Ejercito Libertador de la República de Cuba, se entonó por vez primera en público el Himno Nacional, se concretaba el nacimiento de la identidad de un pueblo rebelde y pujante.
Con letra de Perucho Figueredo y orquestada por Manuel Muñoz Cedeño, la Marsellesa Cubana, como muchos la nombraron, fue el símbolo de las ansias de independencia y soberanía de los cubanos, quienes bregaron más de 100 años para lograr, el primero de enero de 1959, la concreción real de sus sueños.
Nada mejor que ese día para marcar el significado de la prestancia espiritual de la nación que nacía con el legado ético de José Martí, de “patria es humanidad”, y estuvo siempre abierto a todas las conquistas universales del hombre, pero injertadas en tronco propio.
Del legado humanista de patriotas, pensadores, artistas y hombres comunes, se nutrió la espiritualidad cubana, que en todas las épocas se enriqueció con los aportes de una pléyade de seres centrados en el mejoramiento de sus congéneres y el enriquecimiento permanente de la nacionalidad.
Sin duda hito de esa saga fue el aporte conceptual de la transculturación aplicado por Don Fernando Ortiz para poder discernir el valor de cada uno de los componentes raigales de la cubanía, como gran ajiaco en el que cada cual suma su especial ingrediente al todo, sin renunciar a sus propias esencias.
Esa concepción asume la cultura como organismo vivo, en el cual deciden el proceso histórico precedente y también las circunstancias contemporáneas de una creación intelectual y material en pleno desarrollo, que permite al cubano de hoy defender su patrimonio y ponerlo a dialogar con el mundo entero.
Tal asunción propicia también el orgullo de concebirse como cultura mestiza, en la cual confluyen raíces venidas del continente negro, el occidente europeo, Asia, el mundo árabe y hasta de inimaginables rincones del planeta que acá encontraron ambiente propicio para fundirse a otros aportes y dar nacimiento a una identidad original, diversa y con fuerza de proyecciones hacia el porvenir. (Por Octavio Borges Pérez, AIN)