La lectura, un hábito que no debe pasar de moda

La lectura, un hábito que no debe pasar de moda. FOTO:ArchivoEn la década de 1960, Cuba constituyó una de las principales fortalezas literarias de América Latina. Editoriales como Huracán y Científico-Técnica, llenaban las bibliotecas con las obras más buscadas por el público cubano.

Para muchas personas, no había nada mejor que leer un buen libro antes de acostarse, después de un día agotador, pues las obras literarias tienen el don de relajar mientras aportan conocimientos.

En la actualidad, todo ha cambiado. A pesar de que aprender a leer ya no es un lujo, sino un hábito de supervivencia, la disminución del hábito de lectura, sobre todo en los más jóvenes, se ha hecho patente en la Isla.

Los adolescentes, en el contexto mundial, se ven influenciados por el desarrollo de los medios audiovisuales como la televisión, la radio y la Internet, y olvidan dedicarle un tiempo a leer un libro, ya sea una novela o un pequeño cuento.

Sin embargo, el desarrollo de las llamadas bibliotecas digitales, ha propiciado un alza en el número de lectores, pues en ellas se pueden encontrar textos de cualquier tipo y para todos los gustos.

Desgraciadamente, el limitado acceso a Internet y otros espacios virtuales no permite a todos disfrutar de estos cúmulos de información.

No obstante, algunas personas, sobre todo los jóvenes, aluden al poco tiempo libre de que disponen, al cansancio de la jornada diaria o a la “tediosa” relación de los libros con el estudio, por lo cual no sienten motivación alguna por la lectura.

Pero no son pocos los que manifiestan su inconformidad con los temas que abordan las creaciones literarias cubanas de hoy en día y manifiestan que los textos no complacen, ni a la juventud, ni a la población en general.

Algunos opinan que simplemente no se sienten atraídos por obras que reflejen conflictos políticos o relatos sombríos de la realidad social, y expresan su necesidad de que la literatura los proyecte a otros horizontes.

El poco desarrollo del hábito de lectura en los adolescentes ha traído como consecuencias la proliferación del mal uso del idioma, garrafales faltas de ortografía, y el poco dominio de la historia y la cultura universales.

Para muchos, leer consiste solo en descifrar los mensajes del celular y los carteles de los precios en las tiendas, circunstancias que no aportan a su desarrollo cultural ni profesional.

A medida que una persona deja de realizar esta actividad periódicamente, su vocabulario empobrece y su capacidad de análisis disminuye, por lo que se convierte en un marginado por su pobreza expresiva y la falta de temas de conversación.

Las librerías y bibliotecas públicas pueden contribuir más a aumentar la cantidad de lectores, y los que disfruten de sus servicios están en el deber de contribuir a la preservación de valiosas obras antiguas que con el paso de los años y los maltratos se deterioran y pierden.

Es lamentable que las nuevas generaciones no conozcan los escritos de Emilio Salgari, Jack London o Rafael Sabatini, clásicos de la literatura juvenil.

Un aspecto muy positivo de la política cultural de país es la creciente organización de ventas de libros en ferias y otros espacios vinculados a conciertos y competencias deportivas, lo cual asocia la lectura al placer y a la sana diversión.

Ejemplo de ello son las llamadas “Noches del libro”, que se celebran en todo el país con gran aceptación de público de todas las edades.

Estas actividades marcan un renacer del amor por las letras y la cultura, aunque aún no son suficientes para restituir el brillo literario de los años 60.

Los cubanos deben familiarizarse más con los hábitos de lectura, herramienta útil para descubrir otros horizontes del conocimiento, pero también para poder entender las transformaciones de un mundo en crisis. (Por Claudia Rodríguez Colón, AIN)