Agricultura urgida de eliminar tradicionalismos

Últimamente en Cuba se oye hablar cada vez con más intensidad de que en la agricultura deben acabarse los tradicionalismos, a fin de darle el vuelco total a la elevación de la producción sin aumentar, en igual proporción, los costos y el gasto de insumos.

Hace pocos días un hombre que desde los últimos cuatro años empezó a depender del campo -y todo lo ha ido aprendiendo con rapidez sobre la marcha-  aseguraba a la AIN que para incrementar los resultados, expresados en más rendimiento, es imprescindible recurrir a demostrados avances de la ciencia y la técnica. “Quien no lo haga está perdido”, afirmaba.
  
Está claro que la agricultura y la ganadería de hoy deben sacudirse de esquemas de trabajo pertenecientes a épocas pasadas, cuando los insumos no tenían los altos precios de ahora, el clima se comportaba normalmente, las sequías eran rareza ambiental y la ciencia no aportaba tanto.
  
Todo eso ha cambiado. Los fertilizantes, plaguicidas, maquinarias, implementos, combustibles y muchos recursos más, potenciaron en niveles considerables sus cotizaciones en el mercado mundial, obligando a reducir drásticamente las importaciones y, por ende, limitar su empleo en el campo.
  
El cambio climático es un hecho consumado y el país no escapa a sus dañinos efectos. Cada vez son más prolongadas las estaciones secas, y las lluvias se concentran en periodos cortos y de intensidad variable, y en ocasiones, como acompañantes de destructivos huracanes.
  
Entre las primeras tareas impulsadas desde el triunfo revolucionario de 1959 figuran la creación de centros de investigación de la agricultura cañera y no cañera, y la ganadería, los cuales fueron prioridad por lo que representan para el sostenimiento de la alimentación de la población.
  
En medio de la situación económica mundial, extremadamente difícil sobre todo para las naciones pobres, el país necesita con urgencia aumentar con celeridad la producción agropecuaria.
  
Entonces, ¿por qué muchos agrarios se aferran a técnicas y tecnologías de trabajo obsoletas, cuando hay disponibles otras las cuales han demostrado ser superiores?
  
¿Por qué muchos ganaderos se quejan constantemente de la insuficiente alimentación de los rebaños en la estación seca y piden pienso importado, cuando existen variedades de plantas con altos contenidos proteicos y de elevada supervivencia?
  
¿Por qué no se usa con mayor intensidad la inseminación artificial, la cual asegura semen de animales genéticamente de calidad, sanos y de razas de rendimiento probado?
  
No son estas las únicas interrogantes.
  
Para la economía agropecuaria cubana existe esta razón de peso: la nación invierte anualmente como promedio mil 700 millones de dólares en importar alimentos, casi siempre desde lugares muy lejanos por el bloqueo estadounidense, destinadas a cubrir, sin holguras, las necesidades de la población, cuando buena parte de ellos los puede conseguir en suelo propio.
  
Hay ejemplos: arroz, leche, maíz, cereales, café, carnes, frijoles.
  
Se vive en la época que quien se duerma en los laureles le hace daño al propósito nacional, pues el país está decidido, y lo demostró el VI Congreso del Partido con la aprobación de sus lineamientos económicos y sociales a aplicarse en sus tres estadios -inmediato, mediato y a más largo plazo-.
  
El tradicionalismo injustificado, sin dudas, constituye un freno.(AIN)