La Habana mira a la Nueva China a través de sus grabados

La Habana mira a la Nueva China a través de sus grabadosLa Habana, 1 abr .- La exposición Grabados de la Nueva China (1949-2009) propone al público habanero, hasta el próximo 14 de abril, un viaje estético para descubrir la moderna fisonomía de esa nación milenaria.

A través de la mirada de casi medio centenar de creadores, esta muestra -unas 60 obras pertenecientes a una colección de 700 piezas, atesorada por la Editorial de Arte de Hunan (sureste)- contribuye al estrechamiento de las relaciones culturales entre los pueblos de China y Cuba, aseguró en la ceremonia de apertura Zhang Tuo, embajador del país asiático en la isla.

El director de la Editorial, Li Xiao Shan, indicó a la prensa su deseo de que este solo sea un paso inicial en el camino de acercamiento entre ambas culturas e hizo votos por la proliferación de futuras iniciativas de intercambio artístico.

Acogida por el salón Blanco del Convento de San Francisco de Asís, en La Habana Vieja, esta exhibición revela muchos aspectos de la identidad china: sus tradiciones, su filosofía y otras expresiones culturales contemporáneas, afirmó la curadora Shi Lang, del Beijing Hexagon Art Center.

Cheng Ronyi -también curador- dijo a su vez que la muestra constituye un testimonio del desarrollo socialista y los cambios culturales ocurridos bajo este sistema en China.

Señaló además la multiplicidad de líneas creativas apreciables en esta selección, que no solo revela los cánones técnicos y estéticos ancestrales, sino también la influencia del arte occidental en las producciones más recientes.

Pequeños bocetos, xilografías -cromatografiadas o no- , litografías y serigrafías integran esta exposición que presenta -en sus piezas más antiguas- motivos aldeanos, proto-industriales y estilizadas escenas bucólicas: bosques, ríos, inmensas planicies, campesinos en medio de sus sembríos o celebrando entre las mieses, con cantos y bailes, el "gran cambio" y la nueva vida.

El grabador, durante las primeras décadas de la China socialista, ajusta su producción al canon realista y su arte -según señalan los organizadores de la muestra- con frecuencia tiene un fin propagandístico, como lo demuestran Octubre en los pueblos (Du Yingqiang), la serie Gran Cambio (Li Hua) y otras piezas alusivas a los líderes Mao Zedong y Zhou Enlai.

La mayoría de las obras desembarcadas en La Habana centran su discurso visual en la poética de lo cotidiano que florece en una nación sujeta al constante vértigo de los cambios radicales; no obstante, algunas ciertamente evaden los tonos épicos propios del metarrelato de la construcción socialista para pulsar cuerdas de un lirismo mucho más íntimo y contemplativo.

Así, en los autores de la década de 1980, se aprecia un cambio de perspectiva que presagia el giro hacia la individualidad creativa de los dos decenios subsiguientes.

Las fronteras del nuevo milenio -y las trepidantes mutaciones acaecidas en el país en ese lapso- prohíjan una apertura a las tendencias del arte de Occidente -a su vez gran deudor del patrimonio estético asiático- y, en consecuencia, también se diversifican los discursos plásticos.

En las paredes de San Francisco de Asís se verifica el potente redimensionamiento del inmemorial arte del grabado en la China contemporánea.

No se abandona el realismo, pero ahora hay espacio para la subversión de sus leyes más estrictas; se revelan inusitadas dimensiones conceptuales, oníricas, lúdicas; y debutan -al fin, tras un desplazamiento estéticos de 60 años- la abstracción, la estética pop y hasta el kitsch.

Sin embargo, al espectador avisado no dejará de revelarse, en medio de este reciclaje de poéticas foráneas, el velado gobierno de los trazos caligráficos tradicionales; las enseñanzas de los antiguos maestros acerca del ciclo inextinguible y la búsqueda del equilibrio; la negra humedad de la tinta china y las eternas aguas, azules o amarillas, de los grandes ríos que fertilizan aquella civilización oriental.La Habana, 31 mar (PL) La exposición Grabados de la Nueva China (1949-2009) propone al público habanero, hasta el próximo 14 de abril, un viaje estético para descubrir la moderna fisonomía de esa nación milenaria.

A través de la mirada de casi medio centenar de creadores, esta muestra -unas 60 obras pertenecientes a una colección de 700 piezas, atesorada por la Editorial de Arte de Hunan (sureste)- contribuye al estrechamiento de las relaciones culturales entre los pueblos de China y Cuba, aseguró en la ceremonia de apertura Zhang Tuo, embajador del país asiático en la isla.

El director de la Editorial, Li Xiao Shan, indicó a la prensa su deseo de que este solo sea un paso inicial en el camino de acercamiento entre ambas culturas e hizo votos por la proliferación de futuras iniciativas de intercambio artístico.

Acogida por el salón Blanco del Convento de San Francisco de Asís, en La Habana Vieja, esta exhibición revela muchos aspectos de la identidad china: sus tradiciones, su filosofía y otras expresiones culturales contemporáneas, afirmó la curadora Shi Lang, del Beijing Hexagon Art Center.

Cheng Ronyi -también curador- dijo a su vez que la muestra constituye un testimonio del desarrollo socialista y los cambios culturales ocurridos bajo este sistema en China.

Señaló además la multiplicidad de líneas creativas apreciables en esta selección, que no solo revela los cánones técnicos y estéticos ancestrales, sino también la influencia del arte occidental en las producciones más recientes.

Pequeños bocetos, xilografías -cromatografiadas o no- , litografías y serigrafías integran esta exposición que presenta -en sus piezas más antiguas- motivos aldeanos, proto-industriales y estilizadas escenas bucólicas: bosques, ríos, inmensas planicies, campesinos en medio de sus sembríos o celebrando entre las mieses, con cantos y bailes, el "gran cambio" y la nueva vida.

El grabador, durante las primeras décadas de la China socialista, ajusta su producción al canon realista y su arte -según señalan los organizadores de la muestra- con frecuencia tiene un fin propagandístico, como lo demuestran Octubre en los pueblos (Du Yingqiang), la serie Gran Cambio (Li Hua) y otras piezas alusivas a los líderes Mao Zedong y Zhou Enlai.

La mayoría de las obras desembarcadas en La Habana centran su discurso visual en la poética de lo cotidiano que florece en una nación sujeta al constante vértigo de los cambios radicales; no obstante, algunas ciertamente evaden los tonos épicos propios del metarrelato de la construcción socialista para pulsar cuerdas de un lirismo mucho más íntimo y contemplativo.

Así, en los autores de la década de 1980, se aprecia un cambio de perspectiva que presagia el giro hacia la individualidad creativa de los dos decenios subsiguientes.

Las fronteras del nuevo milenio -y las trepidantes mutaciones acaecidas en el país en ese lapso- prohíjan una apertura a las tendencias del arte de Occidente -a su vez gran deudor del patrimonio estético asiático- y, en consecuencia, también se diversifican los discursos plásticos.

En las paredes de San Francisco de Asís se verifica el potente redimensionamiento del inmemorial arte del grabado en la China contemporánea.

No se abandona el realismo, pero ahora hay espacio para la subversión de sus leyes más estrictas; se revelan inusitadas dimensiones conceptuales, oníricas, lúdicas; y debutan -al fin, tras un desplazamiento estéticos de 60 años- la abstracción, la estética pop y hasta el kitsch.

Sin embargo, al espectador avisado no dejará de revelarse, en medio de este reciclaje de poéticas foráneas, el velado gobierno de los trazos caligráficos tradicionales; las enseñanzas de los antiguos maestros acerca del ciclo inextinguible y la búsqueda del equilibrio; la negra humedad de la tinta china y las eternas aguas, azules o amarillas, de los grandes ríos que fertilizan aquella civilización oriental.La Habana, 31 mar (PL) La exposición Grabados de la Nueva China (1949-2009) propone al público habanero, hasta el próximo 14 de abril, un viaje estético para descubrir la moderna fisonomía de esa nación milenaria.

A través de la mirada de casi medio centenar de creadores, esta muestra -unas 60 obras pertenecientes a una colección de 700 piezas, atesorada por la Editorial de Arte de Hunan (sureste)- contribuye al estrechamiento de las relaciones culturales entre los pueblos de China y Cuba, aseguró en la ceremonia de apertura Zhang Tuo, embajador del país asiático en la isla.

El director de la Editorial, Li Xiao Shan, indicó a la prensa su deseo de que este solo sea un paso inicial en el camino de acercamiento entre ambas culturas e hizo votos por la proliferación de futuras iniciativas de intercambio artístico.

Acogida por el salón Blanco del Convento de San Francisco de Asís, en La Habana Vieja, esta exhibición revela muchos aspectos de la identidad china: sus tradiciones, su filosofía y otras expresiones culturales contemporáneas, afirmó la curadora Shi Lang, del Beijing Hexagon Art Center.

Cheng Ronyi -también curador- dijo a su vez que la muestra constituye un testimonio del desarrollo socialista y los cambios culturales ocurridos bajo este sistema en China.

Señaló además la multiplicidad de líneas creativas apreciables en esta selección, que no solo revela los cánones técnicos y estéticos ancestrales, sino también la influencia del arte occidental en las producciones más recientes.

Pequeños bocetos, xilografías -cromatografiadas o no- , litografías y serigrafías integran esta exposición que presenta -en sus piezas más antiguas- motivos aldeanos, proto-industriales y estilizadas escenas bucólicas: bosques, ríos, inmensas planicies, campesinos en medio de sus sembríos o celebrando entre las mieses, con cantos y bailes, el "gran cambio" y la nueva vida.

El grabador, durante las primeras décadas de la China socialista, ajusta su producción al canon realista y su arte -según señalan los organizadores de la muestra- con frecuencia tiene un fin propagandístico, como lo demuestran Octubre en los pueblos (Du Yingqiang), la serie Gran Cambio (Li Hua) y otras piezas alusivas a los líderes Mao Zedong y Zhou Enlai.

La mayoría de las obras desembarcadas en La Habana centran su discurso visual en la poética de lo cotidiano que florece en una nación sujeta al constante vértigo de los cambios radicales; no obstante, algunas ciertamente evaden los tonos épicos propios del metarrelato de la construcción socialista para pulsar cuerdas de un lirismo mucho más íntimo y contemplativo.

Así, en los autores de la década de 1980, se aprecia un cambio de perspectiva que presagia el giro hacia la individualidad creativa de los dos decenios subsiguientes.

Las fronteras del nuevo milenio -y las trepidantes mutaciones acaecidas en el país en ese lapso- prohíjan una apertura a las tendencias del arte de Occidente -a su vez gran deudor del patrimonio estético asiático- y, en consecuencia, también se diversifican los discursos plásticos.

En las paredes de San Francisco de Asís se verifica el potente redimensionamiento del inmemorial arte del grabado en la China contemporánea.

No se abandona el realismo, pero ahora hay espacio para la subversión de sus leyes más estrictas; se revelan inusitadas dimensiones conceptuales, oníricas, lúdicas; y debutan -al fin, tras un desplazamiento estéticos de 60 años- la abstracción, la estética pop y hasta el kitsch.

Sin embargo, al espectador avisado no dejará de revelarse, en medio de este reciclaje de poéticas foráneas, el velado gobierno de los trazos caligráficos tradicionales; las enseñanzas de los antiguos maestros acerca del ciclo inextinguible y la búsqueda del equilibrio; la negra humedad de la tinta china y las eternas aguas, azules o amarillas, de los grandes ríos que fertilizan aquella civilización oriental.La Habana, 31 mar (PL) La exposición Grabados de la Nueva China (1949-2009) propone al público habanero, hasta el próximo 14 de abril, un viaje estético para descubrir la moderna fisonomía de esa nación milenaria.

A través de la mirada de casi medio centenar de creadores, esta muestra -unas 60 obras pertenecientes a una colección de 700 piezas, atesorada por la Editorial de Arte de Hunan (sureste)- contribuye al estrechamiento de las relaciones culturales entre los pueblos de China y Cuba, aseguró en la ceremonia de apertura Zhang Tuo, embajador del país asiático en la isla.

El director de la Editorial, Li Xiao Shan, indicó a la prensa su deseo de que este solo sea un paso inicial en el camino de acercamiento entre ambas culturas e hizo votos por la proliferación de futuras iniciativas de intercambio artístico.

Acogida por el salón Blanco del Convento de San Francisco de Asís, en La Habana Vieja, esta exhibición revela muchos aspectos de la identidad china: sus tradiciones, su filosofía y otras expresiones culturales contemporáneas, afirmó la curadora Shi Lang, del Beijing Hexagon Art Center.

Cheng Ronyi -también curador- dijo a su vez que la muestra constituye un testimonio del desarrollo socialista y los cambios culturales ocurridos bajo este sistema en China.

Señaló además la multiplicidad de líneas creativas apreciables en esta selección, que no solo revela los cánones técnicos y estéticos ancestrales, sino también la influencia del arte occidental en las producciones más recientes.

Pequeños bocetos, xilografías -cromatografiadas o no- , litografías y serigrafías integran esta exposición que presenta -en sus piezas más antiguas- motivos aldeanos, proto-industriales y estilizadas escenas bucólicas: bosques, ríos, inmensas planicies, campesinos en medio de sus sembríos o celebrando entre las mieses, con cantos y bailes, el "gran cambio" y la nueva vida.

El grabador, durante las primeras décadas de la China socialista, ajusta su producción al canon realista y su arte -según señalan los organizadores de la muestra- con frecuencia tiene un fin propagandístico, como lo demuestran Octubre en los pueblos (Du Yingqiang), la serie Gran Cambio (Li Hua) y otras piezas alusivas a los líderes Mao Zedong y Zhou Enlai.

La mayoría de las obras desembarcadas en La Habana centran su discurso visual en la poética de lo cotidiano que florece en una nación sujeta al constante vértigo de los cambios radicales; no obstante, algunas ciertamente evaden los tonos épicos propios del metarrelato de la construcción socialista para pulsar cuerdas de un lirismo mucho más íntimo y contemplativo.

Así, en los autores de la década de 1980, se aprecia un cambio de perspectiva que presagia el giro hacia la individualidad creativa de los dos decenios subsiguientes.

Las fronteras del nuevo milenio -y las trepidantes mutaciones acaecidas en el país en ese lapso- prohíjan una apertura a las tendencias del arte de Occidente -a su vez gran deudor del patrimonio estético asiático- y, en consecuencia, también se diversifican los discursos plásticos.

En las paredes de San Francisco de Asís se verifica el potente redimensionamiento del inmemorial arte del grabado en la China contemporánea.

No se abandona el realismo, pero ahora hay espacio para la subversión de sus leyes más estrictas; se revelan inusitadas dimensiones conceptuales, oníricas, lúdicas; y debutan -al fin, tras un desplazamiento estéticos de 60 años- la abstracción, la estética pop y hasta el kitsch.

Sin embargo, al espectador avisado no dejará de revelarse, en medio de este reciclaje de poéticas foráneas, el velado gobierno de los trazos caligráficos tradicionales; las enseñanzas de los antiguos maestros acerca del ciclo inextinguible y la búsqueda del equilibrio; la negra humedad de la tinta china y las eternas aguas, azules o amarillas, de los grandes ríos que fertilizan aquella civilización oriental. (PL)