Alfabetizados santacruceños agradecen a Fidel Castro
El 28 de noviembre de 1961 Santa Cruz del Sur fue declarado Territorio Libre de Analfabetismo. Dos de los alfabetizados en aquella épica Campaña de Alfabetización testimonian aún, a la vuelta de 50 largos años, su agradecimiento a Fidel Castro.
Ha pasado el tiempo, sin embargo la emoción sigue flamante en los recuerdos. ¡Cuánto seguimos agradeciéndole a la Revolución, odiada por los que no se adaptan a ver a Cuba libre, muy amada por quienes fundan y ayudan a fortalecer sus victorias!
El Programa del Moncada comenzó a irrigarse cual primavera colosal por toda la Isla desde ese enero imperecedero de 1959. El triunfo daba a los humildes lo que esperaban y debían tener: una respuesta convincente. Los cuarteles se convirtieron en escuelas. Había para siempre educación para todos, gratuita de por sí., y una alfabetización donde se involucraron niños, adolescentes y jóvenes para levantar bien en alto la bandera anunciadora de: Territorio libre de analfabetismo.
Estela Pérez Matamoros y Rubén Pérez Figueredo, vecinos de la playa, en Santa Cruz del Sur, tenían mucha juventud cuando Fidel hizo un llamado a todo el pueblo a acabar con los iletrados.
El pescador y la empleada doméstica, habían ido creciendo sin tener oportunidad de aprender a leer y escribir. Llegaba el momento tan esperado. Lo que antes les era prohibido por su condición social, se les facilitaba. Había llegado el Comandante y había mandado a parar la miseria, la insalubridad, el abandono de los desposeídos: ahora había maestros suficientes. Los libros, libretas y lápices no serían jamás derecho de unos pocos.
“Yo vendía, a medio, ensartas de cinco lisetas y tres latas de agua por un real. Aquella época era mala para los pobres. La gente pedía el agua fiada, pero al final no podían pagarla, si ni a dinero derecho tenían, por mucho que se mataran trabajando. Perdí a mi madre siendo pequeño, tuve entonces que ocuparme de los hermanos más chiquitos. La escuela era una quimera”, revela Pérez Figueredo.
La fémina se interesa por dar su testimonio. Demasiadas eran las necesidades de los desafortunados pescadores. “Papá traía bastante pescado para mantener la familia… apenas vendía algo de las capturas para comprar medicinas, ropas, zapatos y cualquier otro alimento. Cuando llegaba el amanecer, las obligaciones se repartían en mi hogar: ir a un aula a aprender era cosa de ricos”.
En cuanto comenzó el proceso de la Campaña de Alfabetización “los maestros iban por todas las viviendas anotando al que quisiera aprender a leer y escribir. Hasta los viejos estaban de acuerdo con todo eso. Nadie quería quedarse bruto, porque es verdad, el saber no ocupa espacio”, enfatizó Estela
“Comencé haciendo garabatos”- manifiesta Rubén- Una maestra voluntaria nombrada Valentina lo enseñó a coger el lápiz, hasta lograr dominarlo. “Figúrate mis manos estaban demasiado toscas. Ella fue paciente, logré tomar confianza y fui alfabetizado”, sonríe agradecido.
Los 16 años de edad de Estela y los 19 de él, recibían una merecida recompensa: el derecho a la enseñanza. “Como mujer me sentí muy feliz. No me detuve, hasta alcanzar el sexto grado. Mi asignatura preferida era el Español”.
Pérez Figueredo desarrolló habilidades para las matemáticas. En las clases, las pupilas de ambos comenzaron a buscarse cada vez con mayor frecuencia, a la salida del aula el litoral costero los invitaba al amor. El noviazgo buscó sosiego en el matrimonio y la formación de una familia.
Misiva inesperada
A todos los instruidos la educadora les solicitó hicieran una carta de manera individual al máximo líder de la Revolución. “Me puse contenta. Le expresé todo lo que sentía, mi agradecimiento por el acceso a la educación gratuita y muchas cosas más, salidas del alma”.
Convertida en miliciana, la Pérez Matamoros colabora con la Unidad de Tropas Guardafronteras. “Un día estaba en una de las postas cumpliendo con la guardia. Vi bajarse de un jeep a varios rebeldes. Uno de ellos preguntó: ¡Compañera!, ¿quién es Estela? Le respondí enseguida: Soy yo, una servidora. El compañero me entregó un sobre amarillo lleno de cuños, y me dijo que era un envío especial del Comandante en Jefe Fidel Castro”.
En el interior del envoltorio había varios libros y una carta escrita por el máximo líder. “Habían pasado muchos meses, no podía imaginarme tal sorpresa. El Jefe decía haber recibido mi mensaje, me felicitaba y aprovechaba para exhortarme a seguir con mis ideales. Como la carta llegó en diciembre me deseaba un feliz fin de año junto a la familia”.
La santacruceña guardaba celosamente el sobre amarillo con todo su contenido. “Cuando el huracán Flora destruyó los hogares de la playa, se llevó todo lo material y espiritual, menos los seres humanos, que previamente habíamos sido evacuados. La carta del Comandante se la llevó el ciclón pero sigue nítida en mi memoria: ¡Gracias, Fidel!
(Con información del joven club de Computación y Electrónica de Santa Cruz del Sur)