Mister Bush se va con la vieja espina cubana en su garganta
Sí, mañana 20 de enero George W. Bush saldrá en un helicóptero desde Washington a sus predios de ex mandatario, y se llevará en sus maletas el título del Jefe de la Casa Blanca más repudiado por la opinión pública en toda la historia de la Unión.
Lo hace luego de haber sentado época. Deja a unos Estados Unidos hundidos en la peor recesión económica desde la década de los 30 del pasado siglo, y en dos guerras antiterroristas, en las cuales no aparece ninguna salida honorable para el Imperio.
Añade, además, a su bulto de fracasos, otro que seguramente le duele en lo más íntimo: luego de hacer y deshacer como nunca antes por destruir a la Isla rebelde que navega a apenas 180 kilómetros de las costas norteamericanas, el “místico” presidente se larga con el aniversario 50 del triunfo de la Revolución Cubana sobre sus espaldas.
Se coloca entonces en el número 10 entre los mandatarios estadounidenses que desde 1959 hasta hoy se han empeñado inútilmente en pasar por la piedra a la Cuba independiente, surgida el Primero de Enero de aquel año.
Y con seguridad a W. Bush le arde mucho más el asunto, porque bajo su trastornada égida hubo de todo y en grandes cantidades para sacarse la vieja espina cubana de la garganta.
Con su gobierno, y pese a su guerra antiterrorista global, los recursos destinados a arreciar el bloqueo económico y perseguir a posibles violadores del cerco, sobrepasaron los dedicados a penetrar y controlar a la famosa Al Qaeda, de Osama Bin Laden.
Bajo sus instrucciones, se confeccionó el famoso plan para la reinstauración del capitalismo en Cuba, un verdadero estatuto de cómo debe ser la mayor de las Antillas, de cabo a rabo, una vez barrido el socialismo, a la vez que se creó la figura del “interventor oficial” norteamericano para ejecutar tan voluminoso mandato.
Gracias a W. Bush, el terrorista Luis Posada Carriles, quien llegó ilegalmente a los Estados Unidos, vive hoy tranquilamente en Miami, en medio de un limbo legal establecido intencionalmente por la Casa Blanca, mientras Cinco patriotas cubanos que enfrentaban la violencia criminal contra la Isla, siguen cumpliendo onerosas e injustas penas en las cárceles imperiales.
Y pese a toda esa carga de vesania y agresividad…nada.
Tal vez si el ex presidente se decide un día a escribir o dictar sus memorias, al hablar de los resultados de su empeño por destruir a la Isla deba recurrir al subterfugio del personaje literario brasileño Blas Cubas, cuando en el capítulo de su “autobiografía” titulado De cómo llegué a ser primer ministro, dejó la página en blanco… sencillamente nunca lo consiguió. (Por Néstor Núñez/AIN)