De Agramonte todo es nuestro

De Agramonte todo es nuestroEs imposible abordar el tema de la guerra de los diez años sin pronunciar el nombre de Ignacio Agramonte , porque desde los primeros momentos su actitud revolucionaria lo hace penetrar en nuestra historia, y lo convierte en una de las principales figuras de la naciente Revolución .

Desde los combates iniciales se conjugan en El Mayor lo político y lo guerrero, el sabía como transmitir sus ideas y como llegar al interior de los hombres que le rodeaban, en más de una oportunidad hizo asomar lágrimas a los ojos de recios combatientes curtidos en fuertes batallas, al reprenderlos paternalmente por alguna falta al orden.

Muchos son los episodios trascendentales en la vida de Agramonte, desde el sensible y cariñoso esposo, el prestigioso jefe que supo dirigir con firmeza a sus soldados, o el héroe de muchas batallas que llegó a convertirse en algo aterrador para el ejército español, tal fue así, que aún después de muerto causaba pavor a las tropas enemigas.

Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, lo dijo en versos:

“El enemigo lo palpaba yerto
Lo palpaba insensiblemente blando,
Mas lo seguía viendo como cuando
Parecía un centauro en llano abierto”.

Para José Martí el aguerrido Ignacio Agramonte era virtud, purificación y diamante con alma de beso.

“De Ignacio Agramonte todo es nuestro: Su abnegación nos guía, su carácter nos honra, su mirada nos enciende. Aquel si fue un jefe: el que decía a un mulato como Ramón Agüero que era su hermano, el que enseñó a leer a este mulato con la punta del cuchillo en las hojas de los árboles, el que parecía que curaba como médico cuando censuraba como General, aquel que sin más ciencia militar que el genio organiza la caballería, rehace El Camagüey deshecho, mantiene en los bosques talleres de guerra, combina y dirige ataques victoriosos y se vale de su renombre para servir con él al prestigio de la patria. Era como si por donde los hombres tienen corazón, tuviera él estrella.”

Hoy, los agramontinos tenemos la inmensa tarea de continuar fijando la figura del Bayardo tanto en el contexto de nuestra historia, como en el corazón de nuestro pueblo, pues en los 54 meses que se mantuvo como Jefe y combatiente de las tropas de El Camagüey nos enseñó que no solo debíamos pelear como hombres sino luchar como fieras, “… y porque el verbo el sudor y la sangre nutrieron estas tierras, hoy tiene que ser posible en ellas la Revolución” . (Lesvia Fernández Molina/ Radio Santa Cruz)