Cincuenta primaveras y un Congreso
Pronto hará 10 años, pero recuerdo como si fuera hoy aquella tarde feliz de julio de 2001, cuando en la sesión de clausura del III Congreso Pioneril, a la pregunta hecha canto “Fidel, Fidel, qué tiene Fidel, que los imperialistas no pueden con él”, el líder de la Revolución Cubana respondió a los niños: “¡Los tengo a ustedes!”
Nunca olvidaré la expresión de su rostro, el tono de voz, el sentimiento, la ternura, la convicción con que el Comandante en Jefe pronunció esas pocas palabras, salidas del alma e inmensas en su simplicidad y llaneza, su clarividencia y razón. ¡Cuánto dicen y, más aún, cuánto sugieren!
“¡Los tengo a ustedes!” no era lisonja, sino acto de fe, la más breve versión posible de una firme creencia: esa confianza infinita y de siempre en el futuro y en quienes han de construirlo y defenderlo. Certeza, sí, y verdad más que comprobada, porque los “pinos nuevos” jamás le han fallado a la Revolución.
Y que haya podido contar con ellos, igual ahora o hace 10, 20, 30 años, medio siglo; que idénticos sueños sigan hoy tirando como un imán de generaciones para unirlas en el empeño de preservar y continuar la obra común, es algo de lo cual puede sentirse orgullosa, por su innegable y decisiva contribución, la Organización de Pioneros “José Martí”.
Sin canas ni arrugas y con el corazón tan puro y alegre como el de cualquiera de los niños que agrupa y representa, llega a los 50 esta organización, la más entrañable de todas para los cubanos, que reconocen su valía como mentor del mayor de los tesoros.
Millones fuimos alguna vez, y de corazón seguimos y seguiremos siendo por siempre pioneros. Hemos integrado luego otras organizaciones, políticas, sociales y de masas, pero segura estoy de que, sin importar el poco o mucho tiempo transcurrido, todos recordamos como hecho trascendental en nuestras vidas, que nos hizo crecer a los ojos de los demás y de nosotros mismos, el instante en que mamá, papá, la maestra u otro adulto igual de conmovido anudó en nuestro pecho por primera vez la pañoleta.
Entonces nos estrenamos como revolucionarios y cada ocho de octubre, fecha de siempre para la iniciación pioneril, retornamos a aquel día para reencontrarnos en otros niños con el pionero que fuimos y revivir años felices que dejaron honda huella.
Esa mirada atrás nos advierte, lo mismo al que ya peina canas que a quien no hace mucho dijo “hasta siempre” a la Organización, que cada vez son mejores nuestros pioneros: los de ahora son más independientes, reflexivos, inteligentes y creativos, tienen más “chispa”, mayor acceso a la información, madurez, sentido de pertenencia y conciencia de su responsabilidad, y eso enorgullece y alienta.
Medio siglo después, ¿qué tiene la Organización de Pioneros José Martí que no tenía al nacer y qué le falta por hacer y lograr?
Mi pregunta deja pensando a su presidenta, Yamilé Ramos Cordero, y resulta comprensible. No es tarea fácil resumir la experiencia atesorada, tantos sueños conquistados y preservados contra viento y marea, 50 años de quehacer, que son parte de la historia de la Revolución y su gigantesca obra educacional.
Mucho de vivencia personal tiene la respuesta de esta “profe” treintañera y pinareña, vinculada a la Organización, incluso desde antes de nacer, por la labor y las responsabilidades de sus padres, y a quien el deber situó hace algo más de dos años al frente de la formidable tropa de más de un millón de niños y adolescentes, entre ellos, su pequeño hijo, Ángel René:
“Hay que quitarse el sombrero ante esta historia que no empezó el cuatro de abril de 1961 ni surgió de la nada. El movimiento pioneril cubano tiene larga data y pienso, por ejemplo, en Paquito González, el niño mártir de 13 años, quien el día del entierro de las cenizas de Mella salió a la calle convencido de que participar era honor y deber, y un cartel que gritaba a los cuatro vientos ¡Abajo el imperialismo!
“Igual hay que quitarse el sombrero ante quienes en tiempos de inminente agresión, cuando todo se conjugaba en presente, no dejaron de mirar al futuro y, a la hora de fundar y de organizar y preparar al pueblo, pensaron también en los niños y en su derecho y deber de defender la Patria.
“Medio siglo después tenemos un pueblo instruido, educación para todos, mayor comprensión, incluso, de la necesidad de preservar la Revolución, porque hay una obra que, en aquellos primeros tiempos, ni los más soñadores podían imaginar.
“Los pioneros de hoy aman tanto a la Patria, como los de entonces, pero están mejor preparados para defenderla, como lo están sus padres y todo el pueblo, por esa experiencia acumulada y la educación recibida.
“El proceso preparatorio del V Congreso Pioneril nos ha dado a todos sobradas pruebas de cuánto talento y cuántas virtudes hay en nuestros niños. En los debates se ha partido de su responsabilidad individual, y oímos a más de uno autocriticarse por no estudiar lo suficiente o no dedicarle mucho tiempo a la lectura, y a otro reconocer que -si aportara más- su destacamento funcionaría mejor.
“Nuestros niños son de oro como su edad y este es, sin dudas, el premio mayor, 50 años después. Pero, eso no nos puede llevar a la complacencia, porque realmente falta mucho por hacer. Desde la Organización tenemos que contribuir más al cumplimiento cabal de ese deber primero que es el estudio, multiplicar vías y espacios para alentar la avidez por el conocimiento, la necesidad y el placer de aprender algo nuevo cada día.
-Es un deber de cada pionero, pero también una responsabilidad de la estructura adulta de la Organización…
-¡Por supuesto! Educar es proceso que tiene al niño como sujeto activo, pero a los adultos que para ellos trabajamos desde la Organización de Pioneros, corresponde hacer más y mejor. Urge, y es otro reto, propiciar vida pioneril más dinámica, que ofrezca a todos y cada uno de los niños y adolescentes posibilidades de participar.
“Porque están el que sabe cantar, ese que dibuja de maravillas, aquel con excelentes dotes de orador, el que brilla en cualquier deporte, quien tiene muy buena mano para sembrar, el que no para de tener ideas y se pasa el tiempo arreglando e inventando, ese al que nadie le dice no en el barrio cuando recoge materia prima para la escuela y el que sueña vivir las aventuras que Robinson Crusoe, y todos han de hallar en su Organización el mejor aliado para desarrollar sus aptitudes, para ser y saberse útiles y prepararse para la vida.
“Definitivamente, la Organización tiene que parecerse más a sus miembros, responder cada vez más a sus intereses y necesidades e involucrar a todos en cada acción y propósito, y hay que aprovechar al máximo cada uno de sus movimientos, los recursos materiales y humanos, y fortalecer la vida pioneril, la emulación, en los destacamentos y colectivos.
“La estructura adulta constituye pieza clave en este empeño, y los guías, todos tenemos que revisar y perfeccionar nuestro trabajo y, por ejemplo, acabar de desterrar el paternalismo, para que nuestro amor por los niños no nos lleve a querer meterlos en una urna de cristal y a darles todo masticadito. Nuestra misión es prepararlos para la vida y hemos de enseñarles a andar, no hacer de muletas”.
Cincuenta primaveras y un Congreso trae la alborada de este abril, y tanta alegría será ofrenda a la epopeya en Playa Girón y al Socialismo que hace también medio siglo, Cuba eligió como destino. A un futuro en Revolución jamás renunciaremos. A sangre y fuego conquistamos ese derecho, y defenderlo, generación tras generación, será el eterno Girón de los cubanos. (Por María Eleva Álvarez/Servicio especial de la AIN)