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Caos global, el filo de la navaja

Caos global, el filo de la navajaEn el conocido texto Cien horas con Fidel, del analista francés Ignacio Ramonet, el líder de la Revolución Cubana reiteraba la idea que por estos días ha vuelto a la palestra pública mediante sus recientes Reflexiones: el mundo está al borde del abismo y hay que hacer conciencia global por parar esa marcha al desastre absoluto.
  
Sin embargo, hasta gente que no niega tan cruda realidad, intenta desviar los enfoques y dejar fuera del lente acusador a aquellos que son los verdaderos responsables de lo que acontece.
  
En ese sentido no es raro escuchar criterios de que el avance de la humanidad hace inevitable la destrucción de la naturaleza, u otros acerca de que el hombre lleva en sí el germen de la destrucción, sin dejar de lado las versiones de “castigos divinos” o “fatalismos” genéticos, geográficos o de otro origen.
  
Sin embargo, la respuesta no es tan complicada ni rebuscada. Basta repasar la historia y percibir que el afán desmedido de poder, lucro y dominio de ciertas sociedades, ha implicado la sin razón de destruirlo y acabarlo todo a cuenta de satisfacer tan mezquinas apetencias.
  
Porque es innegable que explotar recursos sin medida ni control para llenar arcas particulares y crear imágenes de fuerza, y persistir en ello incluso a sabiendas de lo ya altamente limitado del entorno, solo es posible entre quienes hacen del egoísmo y el afán de poder culto inamovible.
  
Trescientos millones de años tomó a la naturaleza crear las reservas petroleras, y en poco más un siglo las sociedades capitalistas desarrolladas han llevado las existencias al límite de agotamiento intolerable.
  
Otro tanto sucede con las mermadas existencias de agua potable, al punto de que ya se habla de futuras guerras de conquista de ríos, lagos y manantiales a lo largo del orbe, lo cual ya sucede con la persecución armada imperial del crudo en aquellas zonas geográficas emergentes donde todavía quedan cifras importantes de hidrocarburos.
  
Mientras, no importa lo que suceda alrededor si las ganancias y los recursos fluyen a las grandes metrópolis.
Seis mil 500 millones de personas pueblan hoy este mundo que, desde la década de los 70 del pasado siglo, perdió la capacidad de autoregeneración medioambiental por los elevados volúmenes de contaminación acumulados.
  
Cien millones de nuevos seres humanos vienen a la vida por año. ¿Qué ofrecerles a todos ellos sino el futuro de caos bajo el sistema global carente de razón, solidaridad y equidad verdaderas?
  
No es problema intrínseco de la especie humana. Hombres fueron y son también quienes en la América precolombina y en otras partes del hoy Tercer Mundo, crearon y descienden de importantes civilizaciones capaces de asumir con especial ahínco el vivir en armonía con la naturaleza y todos los seres vivos. (Por Néstor Núñez, AIN)