Terrorismo: concierto para el crimen

Las revelaciones del mercenario Francisco Antonio Chávez Abarca hechas públicas por la prensa cubana en relación con sus frustradas acciones de desestabilización en Venezuela previo las elecciones parciales del  26 de septiembre último, vuelven a colocar en el tintero la existencia del verdadero pacto terrorista a escala hemisférica.
  
Abarca fue detenido a su llegada a Caracas con instrucciones de desestabilizar la situación interna venezolana, incitar a la violencia y promover severos disturbios antes de los comicios. Además, debía recoger datos y estados de ánimo locales para futuros actos subversivos, incluido el nunca abandonado magnicidio contra el presidente Hugo Chávez.
  
Lo interesante en todo este asunto es que el citado mercenario, deportado a Cuba por las autoridades bolivarianas, ha sido durante mucho tiempo la mano derecha del asesino Luís Posada Carriles –libre hoy en los Estados Unidos– en sus ataques con bombas contra instalaciones hoteleras cubanas años atrás.
  
Chávez Abarca no solo actuó personalmente en La Habana, sino que reclutó y entrenó a criminales centroamericanos quienes ejecutaron varias de esas acciones dinamiteras, y hoy también se encuentran prisioneros en la Isla.
  
Ahora la tarea del susodicho individuo daría concreción a los planes de la mafia miamense y de los sectores norteamericanos más reaccionarios, de dañar el proceso popular en Venezuela, país que, según el propio juicio del terrorista en sus confesiones a las autoridades isleñas, es considerado como un puntal para Cuba y otras naciones progresistas del hemisferio.
  
Desde luego que no le falta experiencia a Posada Carriles, a Orlando Bosch ni a los padrinos ultraconservadores gringos de cuanto criminal se mueve en La Florida, en torno a organizar el crimen regional.
  
Cuba, si bien ha sido la víctima prioritaria del terrorismo de tales grupos, no ha sido la única.
  
No puede olvidarse que el propio Posada Carriles actuó como asesor y torturador para los cuerpos represivos venezolanos a cuenta de la Agencia Central de Inteligencia yanqui y estuvo mezclado íntimamente a los más deleznables manejos en la guerra sucia en el El Salvador.
  
Tampoco debe pasarse por alto la intimidad de los terroristas de origen cubano con el Plan Cóndor, verdadera entidad criminal de amplio vuelo destinada por los regímenes militares sudamericanos para asesinar oponentes en cualquier nación del área.
   
El pacto del crimen no ha pasado de moda, mucho menos cuando el hemisferio ya no es el sumiso traspatio Made in USA que añoran los trasnochados y prepotentes intereses hegemónicos del imperio.
  
En consecuencia, si hablamos en puridad, nada ha cambiado en esta parte del mundo en materia de agresión artera y planes tenebrosos.
  
En el seno del imperio persisten las ideas y los poderes proclives al uso extensivo del terror y a la vez, viven muy bien protegidos, además, los siniestros personajes capaces de intentar la ejecución brutal de semejantes designios. (Por Néstor Núñez, AIN)