La riqueza del Cine Pobre
No carece de sentido ubicar la cúspide de la cinematografía mundial alrededor de grandes movimientos bursátiles y campañas publicistas, si esto implicara mantener su fortaleza artística.
Hacer la producción que limpie esa oscuridad necia impuesta por los ombligos del séptimo arte, como Hollywood, es lo que se propone el Cine Pobre.
Este último celuloide no ofrece audiovisuales con parches o cintas caducas. Se enfoca en realizaciones con fuerza temática, haciendo giros de cámara hacia un público que necesita ser develado.
Resultan contradictorios los millones de dólares ofrecidos al cine hegemónico para contar una historia con final feliz, la cual será consumida por personas que nunca tendrán acceso al nivel medio de vida e, incluso, llegan a ser narcotizadas al extremo de creer naturales las injusticias padecidas.
El objetivo que persigue este movimiento es volcarse sobre ciertas estructuras elitistas y hacer democrática la profesión del cineasta para dar paso a la diversidad de corrientes y estilos no globalizadotes y romper con las normas impuestas en la creación.
Su filosofía no es proponer el tipo de audiovisual que, por ser carente de recursos, esté ilegitimado. No tiene sentido fomentar creaciones las cuales sean realizadas para consumir en espacios únicos (festivales, muestras…) y en tiempo efímero.
El Cine Pobre pretende la evolución del lenguaje audiovisual, pero también la revolución en los modos en que hasta ahora se promueve la recepción de esta expresión artística.
En el presente asistimos a otra fase de la producción del cine independiente, nuevo escenario en el cual se han consolidado creativas maneras de inserción en los circuitos alternativos o en los espacios tradicionales.
Se trata de no abandonar las utopías y de dotar a los proyectos de filmes o maquetas de pragmatismo para encausarlos en nuevas fórmulas de producción, que permitan defender la libertad creativa de los autores y la experimentación. (Por Liliana Cabrera Águila/ Servicio Especial de la AIN)
