El trasfondo de la guerra mediática contra Cuba
La guerra mediática contra Cuba continúa, sin bajar el tono, a pesar de que la Isla ha demostrado convincentemente la pobreza de las acusaciones lanzadas contra ella: evidentemente, se trata de otra manipulación con fines políticos, bien “cocinada” en Washington y abundantemente condimentada en la vieja Europa.
En el caso de Estados Unidos se conocen sobradamente los objetivos y no es preciso abundar en detalles, pues cualquiera medianamente enterado sabe del asunto y no requiere de más explicaciones. Para otros, la posición europea, tan radical, quizás no esté tan clara y sea oportuno aportar elementos.
No se explica, en primer término, la rapidez de reacción del Parlamento europeo para emitir una resolución en términos tan enérgicos condenando a Cuba por violación de los derechos humanos, cuando se sabe que en asuntos de mayor magnitud han dado la callada por respuesta o asumido actitudes bastante tibias.
Tal es el criminal bloqueo contra la mayor de las Antillas por cuya eliminación han emitido su voto más de una vez los integrantes de esa comunidad, incapaces de exigir a EE.UU. que cumpla lo acordado por casi todas las naciones del mundo.
La Europa del capital y de la guerra no tiene el menor sentido de la vergüenza y la moral cuando quiere dar lecciones a Cuba. Ellos no han dicho una palabra para condenar la injusta encarcelación de Los Cinco en los Estados Unidos, a pesar de que están al tanto de la manipulación, con fines políticos, de todo el proceso judicial.
Pero más cercano geográficamente a ellos: tampoco se han pronunciado contra las cárceles y los vuelos secretos con prisioneros para ser torturados en el territorio de varios de sus países. Tampoco dicen palabra alguna sobre la flagrante violación de los derechos humanos en Iraq, en el Oriente Medio u otros países de la propia región.
Es claro. La resolución anticubana y la guerra mediática que le acompaña, pretende sabotear el proceso de diálogo entre la Unión Europea y Cuba para eliminar la posición común, por lo cual ha trabajado España como presidente temporal de ese bloque.
Se trata de la continuidad de la campaña, orquestada en Washington, que significa otra vuelta de tuerca superior como necesidad de la derecha global de ahogar a Cuba, Venezuela y a todas las fuerzas populares del continente latinoamericano, las cuales asumen posiciones cada vez más radicales. Es el esfuerzo de los reaccionarios por recuperar los espacios perdidos.
Pero los pueblos están cada vez más informados y alertas, rechazan mentiras y calumnias para situarse al lado de la justicia, de los que como Cuba y Venezuela, llevan su solidaridad a rincones apartados del planeta convencidos de que la verdad terminara prevaleciendo. (Por Ángel Rodríguez Álvarez)(AIN)