Matrimonio santacruceño riega con perseverancia el árbol del amor


Es un placer amar cuando la pareja mantiene la delicadeza amorosa, nutriente natural que sólo se produce a través de los leales sentimientos, así lo confirmaron María Rosado Suárez y Mario Casanova Tejeda, quienes durante tres décadas han sabido regar con esmero el jardín de sus enamoradas emociones matrimoniales.

“Esa “planta” crece desde el corazón y se extiende como esperanza fina por todo el cuerpo, para convertirse en árbol y dar muchos frutos”, opinó la fémina.

A Casanova las palabras se le convierten en versos libres:” Amado será el que ama. Eso nos sucede a nosotros, porque además de entregarnos por completo uno al otro irrigamos ternura, día a día, en la familia y los vecinos”.

Ambos coinciden que nunca vieron a sus padres irrespetarse. Las actuales costumbres, la fidelidad, la confianza… refieren haberlas amasado desde la cuna.

“Papá nació en San Juan de Puerto Rico, vino para Cuba buscando mejorar su situación económica. Él fue la pasión de mi madre hasta que la muerte los separó, pero si existe la reencarnación volverán a unirse: ellos eran inseparables. Todos mis hermanos y yo si somos así gracias a la educación recibida”, significa la fémina.

Fluye la sencillez en la grata morada de María y Mario, ubicada en la calle I de Santa Cruz del Sur. En los alrededores del inmueble de madera el verde de los ornamentales arbustos expide el aroma sembrador de besos.

Un pozo de agua dulce hay a un costado del patio, el único existente en la cabecera municipal. “Hasta acá vienen a buscar esa agua los familiares que tienen pacientes muy enfermos de los riñones. Es sana, limpia, hallarla, dice mi esposa, fue una bendición de Dios”, refiere el cónyuge.

“Nunca ese pozo se ha secado ni en largos períodos de sequía, para ser un manantial. Dice un vecino que las personas cuando hacen correctas acciones y necesitan tomar esa agua se rejuvenecen. Cuanta cosa hagamos con amor palpita, nace, se enciende y vive”, expresó desinhibida la Rosado.

Ella estuvo nueves meses batallando por la existencia. “A los médicos le debemos inmensa gratitud. Me mantuve a su lado pidiéndole a Cupido que mi “florecita” no se secara, de lo contrario este jardinero moriría de tristeza. Tengo la dicha de poderla seguir “regando.”