Al sur

César, un santacruceño orgullosos de haber conocido al Che

El valor del ejemplo personal del Che, sus dotes de excelente guerrillero, y la importancia que para él tenía la unidad indisoluble entre el hecho y la palabra, lo pudo apreciar el santacruceño, otrora miembro del Movimiento 26 de Julio (M-26-7), en la zona rural del Central Francisco (hoy Amancio Rodríguez), César Monteagudo Yero.

“Nunca podré olvidar a este intachable Comandante. Nos dejó enseñanzas formidables de educación comunista; fue un defensor a carta cabal de la verdad, la crítica firme, el análisis y la flexibilidad”.

Ernesto Motifol (traidor) era un directivo del M-26-7 en la provincia de Camagüey, como conocía la trayectoria de Monteagudo y Luis Marino García Ramírez en la lucha clandestina de esa zona, “nos designa para realizar un recorrido de más de 30 kilómetros, viaje que realizamos en un pisicorre, conducido por el propio Luis, abarcando El Paraíso, Cubitas, Cafemba, Arroyo Blanco, La Jagua y concluyó en Curajaya”.

Otras tareas debían cumplir sin retrasos: “Buscar un práctico confiable para guiar a la tropa al mando de Ernesto Guevara de la Serna, cuando fueran a atravesar por Cuatro Compañeros, y determinar si durante las excursiones hechas observábamos movimiento de tropas enemigas”.

Cuando se termina de cumplir los cometidos es informado de esto Motifol. “El Chofer Luis Marino se marcha, quedándome en la misma entrada de los montes de San Miguel, en un lugar que le decían La Elena, alli me mantuve conversando con algunos rebeldes bajo las órdenes del Che. El guerrillero heroico, su comandancia y el grueso de los combatientes estaban en el interior de la espesura”.

Monteagudo, constató que muchos de ellos tenían los pies llenos de llagas, a pesar de calzar botas. “Toda esa trayectoria desde las lomas orientales hasta allí había sido de gran sacrificio. Para cumplir el propósito de la invasión el esfuerzo sería mayor. Sólo los de esa estirpe llevan a cabo grandes empeños”.

La disciplina era férrea entre ellos, “pude escuchar el regaño dado a un soldado por tener la pistola embarrada de fango, aunque el sermón no tuvo asomo de irrespeto”.

El encuentro

Motifol llevó a César ante el Comandante Guevara, “se encontraba en el sitio nombrado El Chalet, ahí estaba también Ramiro Valdés, el segundo al mando en la Columna 8 Ciro Redondo. Aprecié en el Che, la serenidad, tenía un carácter serio, distinto al de Camilo”.

Mientras esto sucedía Alberto Castellanos Villamar, redactaba algo en una pequeña máquina de escribir. “Tenía poca habilidad, redactaba con un solo dedo; era el responsable, además, de los documentos del jefe supremo en esa tropa”.

Al presentarse el Doctor La O, “recuerdo era un hombre flaquito; Ramiro Valdés, le pregunta al galeno, otro de sus combatientes, si tenía algún analgésico porque le aquejaba un dolor fuerte en una rodilla, ese le contesta no poseer la medicina. Yo llevaba un tubo de bálsamo y se lo ofrecí a Ramiro, aunque no quería cogerlo le insistí. El Che le pidió lo aceptara, añadiendo el Comandante que si el gesto era de buena voluntad se agradecía, no así la hipocresía, esa se castiga”.

César, atestigua, tener completo en la memoria cada detalle de esas tres horas junto al Che, hasta que se montaron en los camiones, donde serían transportados un gran trayecto de la línea invasora, el destino: Las Villas.

“Un jeep de color rojo no quería arrancar, entonces un hombre por ellos detenido, no conocí nunca el motivo, se ofreció a arreglarlo en cinco minutos. Guevara accedió, y con voz calmosa le dijo: Yo mido los minutos por el reloj. El problema se solucionó en ese tiempo, pude acompañarlos hasta El Paraíso, montado en el camión conducido por Orlando Almanza”.

Durante su estancia en el área la Ciro Redondo recibió un gran apoyo logístico del Movimiento 26 de Julio. “Se les avitualló con medicamentos, alimentos y zapatos”.

Intento

Monteagudo Yero quiso ir tras las huellas de los insurgentes de los cuales se había despedido. “Salí del central Francisco hacia la provincia Villa Clara, para disimular llevaba un gallo fino en los brazos”. Al llegar al centro de la Isla resultó sospechoso: “Me detuvo la policía batistiana por unas horas, no fui golpeado, aunque las amenazas no faltaron acusándome de Mau Mau (rebelde)”.

Cuando fue liberado al día siguiente, no dejaba de tomar medidas de contra chequeo. Llegó hasta la calle donde suponía sería recogido por un camionero, desafortunadamente el vehículo se ponchó.

”No perdí los ánimos, dirigí los pasos hacia las lomas de Manicaragua, donde logré conocer a uno de los contactos que tenía el Che. El hombre me convenció que debía volver a bajar, porque había mucha gente desarmada en esa Columna, y no se aceptaría a más nadie. Ya se quería dar el golpe final a Fulgencio Batista”.

Se reincorporó al M-26-7 en la colonia 27 del citado ingenio oriental, donde entró en contacto con las columnas al mando de Víctor Mora, Jaime Vega, y otros grupos guerrilleros.

¿Cuál anhelo le quedó a usted pendiente?, quise saber. “No haber podido incorporarme a la tropa del Che. Me quedaré con ese deseo insatisfecho mientras viva”.

Modelo de hombre

“Siento el orgullo de haber conocido al Che. Durante el resto de la guerra y después del triunfo de la Revolución se evidenció su grandeza. Las luchas guerrilleras libradas en el Congo y luego en Bolivia, demostraban el modelo de hombre que era: odiaba la explotación de los oprimidos, quería ver a los pueblos libres”.

Las nuevas generaciones, considera César, deben seguir su ejemplo, aplicando todas sus enseñanzas. Ernesto Guevara sigue entre nosotros, los Héroes como él se mantienen vigentes en el pensamiento revolucionario. (Raúl Reyes Rodríguez/ Radio Santa Cruz)