Naciones ¿Unidas?

Naciones ¿Unidas?Octubre fue un mes agitado en Naciones Unidas. A la celebración por los 68 años de la organización, se sumó el 68 período de sesiones de la Asamblea General, en la que otra vez volvió a hablarse de la necesidad de fortalecer la integración internacional, de poner fin a las políticas hostiles de los grandes monopolios, de tomar concientemente cartas en el asunto de la salvaguarda de la especie humana… en fin, de las muchísimas desgracias que vive hoy el mundo y que merecen una solución inmediata.

Sin embargo, no son pocos quienes se mantienen escépticos ante tantas desavenencias, máxime cuando Naciones Unidas se ha tornado una tribuna abierta sin mucha más repercusión que el discurso de izquierda de algunos políticos. Y es que la historia ha demostrado que la institución por excelencia encargada de velar por la “felicidad” mundial, no es sino otro mecanismo de dominación imperial.

Corría el año 1945. El planeta era un total caos. El sabor amargo de la guerra parecía insuperable, pero aún así se intentaba disimular la verdad: el mundo se polarizó, y la paz se volvió la más utópica de las metas humanas. No obstante, los políticos “avezados” supieron jugar su mejor carta: la farsa de un estado de bienestar mundial que suponía el fin de las hostilidades de por vida.

Tal y como había sucedido al finalizar la Primera Guerra Mundial, con la mítica Sociedad de Naciones, en el epílogo de la segunda edición bélica se acordó la creación de una institución internacional encargada de mantener la paz universal y asegurar la unidad y el apoyo entre los países independientes.

Por supuesto, aquello era un paso importantísimo para la integración, seguridad y desarrollo de las sociedades; solo que el curso de la historia demostraría que Naciones Unidas fue una muy buena estrategia de los magnates del mundo para darle más sentido a su política de agresión.

La estructura de la ONU, con un poder absoluto en manos de las grandes potencias y con un derecho a veto que anula muchas de las buenas intenciones y aprueba las más nefastas ideas, viola los mismos principios de constitución. Resulta inaudito, por ejemplo, que la Asamblea General, donde militan la totalidad de los estados miembros, no tenga poder decisorio, y sea el Consejo de Seguridad, integrado por apenas 5 países –los más poderosos en materia económica- quien se atribuya ese derecho.

Estas y otras razones han despertado un debate en torno a la necesidad de reformar la organización; algunos se refieren al imperativo de incrementar el número de naciones en el Consejo de Seguridad de forma tal que haya una representación geopolítica más coherente; otros defienden la idea de que el Secretario General se elija mediante elecciones presidenciales, e incluso algunos consideran oportuno reducir su papel a la labor humanitaria.

Sin embargo, poco se habla de transformar radicalmente esa vetusta institución, y –como expresase el líder de la Revolución Cubana en la Cumbre del Milenio- “convertirla en un órgano que represente verdaderamente los intereses de todos los pueblos del mundo, e iniciar un sano proceso que implique la representatividad del Consejo de Seguridad como un órgano ejecutivo subordinado a la Asamblea General, la cual debería tomar las decisiones en temas tan vitales como la intervención y el uso de la fuerza”.

Tales políticas subsumen los proyectos de la ONU vinculados a la asistencia humanitaria, el control de armas y desarme, la defensa de los derechos humanos y el mantenimiento de la paz; palpables todos, pero sujetos a las lógicas de los que se creen dueños del mundo.

De hecho, año tras año, crece la deuda en las cuentas a pagar por cada país para el funcionamiento de la organización, y “casualmente” son los más adinerados los máximos incumplidores.

Por supuesto, eso es algo comprensible cuando está más que claro que la razón por la que muchos aluden a la ONU, no es precisamente para liberar a sus semejantes de las condiciones abyectas y deshumanizadoras que impone la pobreza extrema; sino para ganar credibilidad política.

Más allá del nombre y de formalismos, vale preguntarse entonces: ¿existe Naciones Unidas?

Por: Arailaisy Rosabal García/Colaboradora Radio Cadena Agramonte.