Sembrando sobre el salitre en Santa Cruz del Sur

Sembrando sobre el salitre en Santa Cruz del SurLa vida cederista no se centra solamente en aquellas tareas muy específicas de la organización, también en despertar la conciencia para la producción de alimentos, aprovechando el pedacito de patio tal vez descuidado, pero que puede convertirse en un edén real, donde pueden nacer frutas, vegetales, viandas, criar animales y multiplicarlos, no por la bíblica gracia de un milagro, sino por la total voluntad de que dispongamos.

Todo lo que podamos hacer para llenar más el plato en cada hogar, también depende ¿por qué no?, de la agricultura urbana y suburbana. Es más importante hacer acciones positivas en cada área ociosa, que cruzarse de brazos. Emprender los esfuerzos hacia lo provechoso nos fortalece la fibra espiritual. Si sembramos hoy, el mañana nos dará mejores cosechas.

Cuando el empeño se pone juicioso sobre la tierra, y esta se atiende y laborea en las horas dispuestas para tal acometido, entonces vamos notando los progresos, no exentos de obstáculos, impidiendo a toda costa la entrada de esas plagas llamadas desaliento y desánimo.

Nos regocija apreciar a los que ya jubilados, no se sientan a meditar en la escasez. La madera de sus edades no busca durante el día blanda almohada. El azadón se abraza a las manos para fomentar los surcos donde crecerán los resultados.

Sembrar alimentos sobre el salitre no es arar en el mar, los iniciadores tuvieron sus tropiezos pero persistieron con la utilización de nutritiva tierra y elementos agro- ecológicos, dándole otra imagen a sus patios. Esta tradición ya se ha heredado sin mediar abogados ni testamentos.  

La pereza no favorece, sencillamente conduce a no hacer nada que valga la pena. Los interrogados, protagonistas por excelencia de este reportaje, buscan en sus acciones transmitir a los más jóvenes de la familia el verdadero apego hacia el trabajo.

Es espléndida delectación  escribir sobre tanta utilidad conveniente. Saber que desde los barrios la mayoría de los hombres y mujeres sudan para poner en la mesa lo brotado de semillas y crianzas propias. La tierra es mejor si nosotros la besamos con dedicación para hacerla parir todo el año.

El trabajo les da la riqueza…

Rafael Alcalá Fuente (Chinchi) tiró el ancla grande en el hogar, tras retirarse de la empresa pesquera santacruceña. Estuvo medio siglo “justico” en la flota langostera y algo de esa etapa, inolvidable para él,  la dedicó a dirigir la embarcación donde laboró. “Treinta y seis años de patrón se dice fácil, pero no lo es”.

Andaba nostálgico por todo el hogar cuando le surgió una excelente idea: “Comprar unos cuantos bultos de tierra vegetal para hacer los canteros y comenzar a darle mayor atención al consumo familiar”.

Alicia Rodríguez Beltrán, su media naranja, no olvida “la cantidad de veces que tuvimos que pagar 60 pesos para limpiar el patio”.

“Era hierba por los 4 costados. Lo limpié, tiré  la tierra, hice el alto y conformé los canteros”. Empezó sembrando ajíes y tomates nada más, “pero me fui embullando y le cedí terreno a las habichuelas de ensalada y la lechuga. Con la lechuga si no me apuro no la hubiera podido garantizar para el fin año, muchos familiares y vecinos quisieron que les vendiera, pero esta vez no tenía mucha y no pude continuar vendiendo ni regalando”.

Para finales de febrero Alcalá Fuente, asegura, recogerá la próxima cosecha de tomate, y volverá a propagar esta hortaliza, para entre junio y julio “cuando estén en condiciones, convertirlos en puré de tomate y ensalada”. Será período a aprovechar para dedicar canteros a la plantación de habichuelas y ajíes.

Afirma llevar un año sacándole utilidad a los sembradíos, “y le aseguro, nos hemos ahorrado unos cuantos pesos”.

La esposa atenta al diálogo desde la cocina, nos comenta: “El cebollín crecido en uno de los canteros, fue idea de nuestra nieta Daimi García Alcalá. No me dejó utilizar las cebollitas para las comidas, sólo las hojas, y ya ve, se logró, mire el tamaño que  tienen”.

El estiércol de ganado vacuno también ha entrado a jugar su rol nutritivo. “Todo cuanto se pueda echar, para darle más energías a la tierra y fortaleza a las plantas, no puede desperdiciarse. Ahora más que nunca me siento con salud para seguir resolviendo la cuestión alimentaria de mi hogar”, manifiesta convincente Rafael.

Mirándome fijo, señala cómo él y su núcleo familiar le conceden importancia absoluta a los lineamientos, “esto no es para perjudicar a los cubanos. El Partido y el Gobierno, junto al pueblo evalúan todo esto. No se busca el capitalismo, es para ser mejores socialistas… y tener una economía fuerte, que el dinero alcance y haya producción”.

Siempre de buen carácter y nobleza puesta en proa, Rubén Pérez Figueredo, es de los que afirma no dolerle ni los calcañales, “y eso que el venidero 25 de enero  voy a cumplir 69 años”.

La Revolución, asevera, se lo ha dado todo, “me hizo gente. En la playa me crié vendiendo lisetas a 5 por un medio y latas con agua a 3 por un real. Ahora sí soy rico, porque soy un cubano libre, tengo mi jubilación y el apoyo del estado. Por eso a este país nosotros tenemos el deber de aportarle más, ese es el sentido de los lineamientos…”

Fue pescador de langosta en la rica plataforma santacruceña, donde fungió como remero, chapingonero, cocinero, “además de patrón, por mi experiencia y seriedad ante el trabajo”.

El  mar le brindó mucha potencia y arrojo. La tierra oportunidad para sembrar. “Hace 5 años me jubilé y decidí cambiar el feo panorama del patio. El salitre, el enyerbamiento y el platanillo, eran los dueños y señores, hasta que decidí exterminarlos para siempre”.

Estela Pérez Matamoros, mira a su esposo con el mismo amor del primer día. Ella ríe y recuerda como trató de convencerlo para desistir de esa idea. “Fue un comienzo muy pesado, él insistía diciendo: ¡puedo hacerlo!, ¡puedo hacerlo!, y no me quedó otra alternativa que apoyarlo…estoy orgullosa de sus resultados productivos, es una gran ayuda para nosotros”.

Ambos viven contemplando y dándole vida al platanal, la siembra de calabaza, tomate,  al frijol negro caballero y sus 15 matas de coco, “unas pariendo y otras por parir”, manifiesta Rubén, en tono jocoso.

Nos sentamos alrededor de una mesita redonda. El entusiasmado creador, fue también  a involucrase entre números, cuentas y anotaciones llevadas a una libreta. Me informa como el pasado año recogió más de 700 libras de plátano y un quintal de calabaza.

“Sembré también arroz, antes del huracán Paloma llegué a recoger hasta 45 latas. Aunque el terreno se vio afectado por el agua de mar, no me amilané, seguí atendiendo ese cultivo, y aunque en menor cantidad, no hemos dejado de comer el arroz cultivado por mis manos”.

Estela nos ofrece un batido hecho con la masa del coco, mientras nos deleitamos con su sabor exquisito Pérez Figueredo aprovecha, para solicitarme: “no deje de venir por acá más adelante, verá nuevos resultados. Uno de los callejones de la casa, mi mujer lo va a dedicar a las plantas medicinales”.

“Las gentes deben ser más conscientes y sembrar todo lo que puedan, eso alivia al estado y enriquece las ollas y los platos”, comienza su plática Elio Vega Yero, quien ve con buenos ojos la política trazada por el estado para actualizar nuestro modelo económico, “y de esta forma revolucionaria, con profundo pensamiento económico, muy socialista, sobre todo, incrementar la producción”.

Ha logrado sacarle a su espacio todo lo que se ha propuesto, buscando tierra llena de sustancia en lugares distantes. “Fui llenando el patio de canteros, pero echándole en su interior, antes de depositar la  tierra, hierba, hojas secas, troncos podridos y todo cuanto le hiciera cuerpo, para procurarle mejores condiciones al tomate y el ají 'arroz con pollo'”.

Al fondo, el platanal se yergue animoso mostrando su verdor, porque no hay un día que le falte el agua, “ni la guataca bien pasada, ni el necesario deshoje. Todo aquí es movimiento hacia estos cultivos… mi madre y mi esposa están siempre dándome ayuda”.

De un manglar que existió aledaño a su casa, tomó los troncos para levantar la cerca, “y de los chinchorros desechados para la captura del camarón, tomé el alambre para armar el cercado. Los tallos de las ramas de las matas de coco, me dan la posibilidad de cerrar bien para evitar la entrada de animales”.

El combate a las plagas lo realiza utilizando la tabaquina. “Tengo algunos amigos que fuman tabaco y me traen los cabos, estos los disuelvo en agua, y se los riego al tomate, otra veces he ligado esa química criolla con la cardona, esto me ha dado grandes resultados”.

No deja de abastecer esta área con el estiércol equino y vacuno, así la atención cultural mantiene su vanguardia. “Ya dentro de 15 días comenzará la maduración del tomate perita, el vita y el grande, para ensalada, tendré la posibilidad de vender y garantizar para el hogar.- Aquí nunca falta el plátano fongo, las botellas de puré, la cebolla, el cilantro, ni lo imprescindible para alimentarnos… vamos a seguir afincados”.

De los matrimonios hechos por los 2 hijos de Manuel Torres Tejeda e Inés Guevara Sánchez, nacieron una hembra y un varón, quienes han ido creciendo llenos de guiadores consejos, observando y siendo partícipes de los provechos de la agricultura nacida al final del patio, “porque en la parte de adelante, criamos gallinas y tenemos un guineo, nos señala la fémina”.

La experiencia se ha ido tomando poco a poco, escuchando la de otros. “Como irle arriba al salitre empleando tierra vegetal, el cascarón el coco, las pencas de las matas de coco, hierba… en fin todo lo que nos aporte, para llegar a sembrar con total confianza”, reseña Manuel.

Aún le queda una pareja de canteros por alistar, y llenarlos con maticas de tomate, pero hay otros ya listos donde crece esta verdura, también tiene calabaza, plantas de hicacos, chirimoya, aguacate, naranja, limón y uvas parras.

“Los patios familiares son económicos, sólo requieren de buena intención, amor y sabiduría, es un alivio tener muchas cosas al alcance de la mano, sobre todo los aliños que cuestan caros en el mercado”, afirma la Guevara Sánchez.

Cuarenta y cuatro años de unión han fecundizado los corazones de esta madura pareja, buscando en este movimiento, al que muy bien se han insertado, un motivo bien intencionado para hacer útil su existencia.

“Fui pescador gran parte de mi vida laboral y despachador de petróleo a la flota del combinado pesquero, pero al jubilarme me dije: ¡No me voy a sentar! Ya conozco hasta las fechas indicadas para hacer distintas siembras, siempre se aprende, y se puede ayudar conscientemente a la familia y la Revolución. Nos han favorecido bastante durante más de 50 años, este es el momento de trabajar sudando la camisa, como se pide, esa es la respuesta exacta a los lineamientos”.

Santiago SantaCruz
Cortesía para Radio Santa Cruz