Boxeadores cubanos, ocho bronces y en la pelea

Por Marcos Alfonso/AIN

La escuadra de boxeo de la Isla que asiste a los Juegos de Beijing, pese a adversos pronósticos precompetitivos dada su juventud e inexperiencia, exhibe ya resultados -inimaginables para algunos- fruto del quehacer de la mundialmente reconocida Escuela Cubana de Boxeo.

Ocho púgiles, de 10 que integraron la selección antillana a la cita, ya poseen preseas bronceadas y siguen, a base de tesón, coraje y técnica, para cambiarlas de color en las próximas horas.

¿Obra de la casualidad a pesar de tratarse de boxeadores, en su inmensa mayoría, de estreno en estas lides?

Todo lo contrario, es el resultado de la Escuela Cubana de Boxeo que, al igual que sus similares de Voleibol y Judo, ha sentado cátedra en el planeta.

“Los triunfos del boxeo cubano ni son aleatorios ni obra de la casualidad”, me confesaba Alcides Sagarra, fundador de la Escuela junto al preparador “Chino” Gobín, en las páginas de un libro sobre él y la institución que concibieron los iniciadores.

En su opinión el eje es el boxeador, “su notable nivel técnico, su formación y, sobre todo, su nivel cultural”.

A partir de los éxitos en la Isla, la mirada de muchos conocedores en el mundo se ha dirigido hacia Cuba -en juveniles y mayores- para conocer sobre los sistemas de entrenamiento.

Esta joven selección que Cuba ha presentado en Beijing, según Sagarra, “no debe sorprendernos”.

Ahora, bajo la guía de Pedro (Peter) Roque, sus pupilos no hacen más que competir siguiendo las instrucciones de experimentados preparadores, otrora glorias del boxeo antillano y combatir con el corazón y las ansias de vencer por sobre todas las cosas.

“Esto no es más que el resultado -ha comentado Roque- de los años de entrenamiento y preparación en las diferentes edades competitivas. A pesar de la juventud o de la inexperiencia olímpica, ellos son preparados para triunfar en cualquier lid. Recordemos, por citar un ejemplo, a Teófilo Stevenson en Munich, 1972”.

La obra iniciada por Sagarra, y continuada por sus predecesores, es faena colectiva de todos y quienes tienen bajo su responsabilidad el alistamiento de los bisoños pugilistas.

¿Cuándo ganará una medalla olímpica un joven boxeador?, se cuestionaba recientemente el entrenador Rolando Garbey, otrora medallista olímpico de plata en los Juegos de 1968, en México. “Ahora que tienen juventud e ímpetu, para eso los preparamos”.

La bisoña selección, carente de experiencia en lides de este nivel competitivo, y para las cuales escuadras de otras muchas naciones también se preparan “con todos los hierros”, pone sobre el tapete la pedagogía seguida a cabo por casi tres décadas en la Escuela Cubana de Boxeo.

Pedro Roque lo ha aseverado: “los boxeadores que se encuentran en Beijing, y los que permanecen en el patio, se han esforzado en su preparación. “Si aplican sobre el ring las enseñanzas y técnicas aprendidas en el Wajay (sede de la Escuela Cubana de Boxeo), así como el conocimiento sobre sus rivales, nada debe extrañar acerca de los resultados hasta el presente.

Todo es fruto de la consagración y el aprendizaje. El cuadrilátero, más tarde, dirá la última palabra”.

Estos triunfos, gánese o no el oro (al cual aspiramos, desde luego) no son obra de la casualidad, sino consecuencia de la preparación que reciben los deportistas cubanos desde que saltan a las preselecciones nacionales, surgidos desde la base: los Juegos Escolares.

Roque aseguró que el boxeo continuará como nave buque insignia de las delegaciones olímpicas cubanas, no importa la edad de sus integrantes.

El esfuerzo que llevan a cabo nuestros púgiles en Beijing y su tesón por alcanzar lo más alto del podio olímpico, se inscribe en las páginas doradas del deporte cubano y da muestras del temple antillano.