Reconoce santacruceño que gracias a Fidel pudo estudiar (+ Fotos)

Enero, 2021.- Se tomó su tiempo para traer los recuerdos al punto de partida de la conversación con este periodista. Buscó el acomodo habitual. Flexionó la pierna izquierda a fin de sentirse más a gusto en el balance, mueble que todos en casa respetan.

Andrés Rodríguez Vega ya sobrepasó los 70 años de edad. El tiempo no le ha golpeado las energías bien conservadas en la delgada complexión física.

En la Marea de Belíc, sitio de la región oriental cubana donde nació y se hizo hombre, las jornadas eran de rudo trabajo. El padre, hijo de isleños, analfabeto al igual que la progenitora de los retoños, sólo pudo garantizarle estudio al mayor de la prole.

“El viejo, dijo, pagaba 25 pesos mensuales por él únicamente. Fue instruido por un maestro particular. Los demás, incluidas mis dos hermanas, teníamos que trajinar en el campo muy duro. Hacíamos carbón, postes de cercas y labrábamos traviesas para el ferrocarril.

Yo fui el cuarto de los varones en nacer. Al cumplir los trece años narigoneaba bueyes y laboraba en los campos de caña de la compañía americana, dueña de las tierras de esa zona de Niquero. Era una etapa difícil cantidad en la vida de toda mi familia y de la gente pobre”, aseveró el entrevistado.

En la misma fecha que Fidel desembarcó por Las Coloradas con los demás expedicionarios, refirió, había ido con su mamá a visitar una tía. El retorno a la casa, al día siguiente, lo hicieron en el camión de un vecino. En un tramo de la carretera varios soldados del ejército de Batista detuvieron el vehículo.

“No sabíamos de momento, agregó el lugareño, lo que sucedía. Había una gran revoltura entre esa gente. Comentaban que un grupo de comunistas habían navegado en un barco y logrado coger el monte, pero ya los tenían presos. Esto último, afirmó, era mentira”.

Al paso de los días cuando el ulterior Comandante en Jefe del Ejército Rebelde, Fidel Castro Ruz, y aquellos que junto a él pudieron escalar la Sierra Maestra, se unieron, multiplicaron y conformaron en columnas guerrilleras -con apoyo del campesinado-, se hablaba muy bajito sin esconder la fe, de la posibilidad de un cambio a favor de los más necesitados de esta tierra.

Cuando el máximo líder histórico en los primeros días del triunfo revolucionario visitó a uno de los guajiros de la zona, colaborador de los barbudos durante la lucha insurreccional, pudo ver a un grupo de infantes y adolescentes que venían con sus padres, por un camino aledaño, con hachas en los hombros.

Entre ellos estaba, el ya retirado del sector pesquero santacruceño, Andrés Rodríguez Vega. “Fidel, comentó, me pasó la mano por la cabeza y nos preguntó si estudiábamos. Papá le respondió que no se podía. El Comandante le refirió que los niños no irían más al monte a trabajar porque comenzarían a estudiar. Enseguida tuvimos escuela y maestro”.