Movimiento 26 de Julio dio oportunidad a campesino santacruceño de combatir por Cuba
Santa Cruz del Sur, 11 jul.- Desde la labor ruda sobre el pequeño pedazo de tierra fértil José Pastor Rosabal Valdés con algo más de 20 años, quiso seguir el ejemplo de uno de sus hermanos. Él y otros guajiritos pretendieron reunirse entre los meses de julio y agosto de 1957 para comenzar la lucha de forma clandestina. “Hicimos todo lo posible pero no logramos los contactos necesarios para conformar un grupo del Movimiento 26 de Julio (M-267) en la zona de Monte Grande, donde vivíamos”.
En los interiores de ese antiguo caserío (hoy poblado distante 40 kilómetros de la cabecera local) residía el joven. Tan pobres eran sus padres que únicamente habían conseguido construir un rústico bohío para traer descendientes con sangre mambisa.
“El papá de mi mamá se llamaba Justo Magín, obtuvo los grados de Capitán en la tropa al mando del Mayor Ignacio Agramonte y mi otro abuelo Bartolomé Rosabal llegó a Comandante bajo las órdenes de Bartolomé Masó, Mayor General del Ejército Libertador”.
No fue hasta los primeros días del mes de noviembre de 1958 que el persistente campesino consigue organizar junto a otros vecinos de igual origen social, la secreta célula.
“Lo primero que hicimos fue recaudar balas y medicinas; entregábamos todo eso a otro camarada nuestro nombrado Aldo Pérez, enviando todo eso a una tropa rebelde asentada en el Monte Meso, ubicada geográficamente entre las santacruceñas comunidades de Forestal y Cuatro Compañeros”.
Luego interviene en otra acción: “Saboteamos el puente de Burene, en el kilómetro 41 de la cabecera de esta localidad a Camagüey. Estaba construido con vigas de hierro y tablones de maderas, recuerdo eran de júcaro, duros cantidad. Pero le dimos candela, le regamos azúcar parda y enseguida le lanzamos varios cócteles molotov, aquello ardió como deseábamos.
Supimos después, que otro grupo había accionado picando un tramo de la propia carretera que atraviesa el poblado La Jagua. Se logró el objetivo: paralizamos el tránsito”.
A estos seguidores de las ideas de Fidel nada los detendría. Comienzan a recoger armas aportadas por algunos lugareños, haciéndoselas llegar a la Columna 11 “Cándido González” del Ejército Rebelde, que volvía a reorganizarse en los montes de San Miguel tras el revés sufrido el 27 de septiembre de 1958 en Pino Tres a 5 kilómetros del central Macareño (hoy poblado Haití), al ser emboscada por tropas de la tiranía.
“Yo estaba demasiado fichado por la guardia rural, no podía permanecer en mi casa, la manigua era mi refugio. Hasta allí me llevaba, mi propia familia, los alimentos, claro con mucha cautela, porque esos tipejos tenían informantes por dondequiera. No tuve otra opción, tras ser aprobado por Víctor Mora, jefe de la Columna 11, que incorporarme a la escuadra cuatro a mediados de diciembre de 1958. Llevé conmigo dos revólveres y una escopeta; las balas me las dio la jefatura”.
Destacó no haber participado en ese período en ninguna acción combativa, sin embargo: “Estaba dispuesto a luchar hasta vencer o morir”. Tiempo después concluye sus misiones militares. “Vuelvo para Monte Grande donde se me hace responsable de una colonia de caña. Supe dirigir bien esa batalla productiva”.
El ataque mercenario a Playa Girón pone en pie de guerra a los revolucionarios cubanos. “Fui llamado a cumplir algunas misiones en el propio lugar donde vivía” En la madrugada del 19 de abril de 1961, le informan algo inesperado. “Debía viajar enseguida para La Habana, había sido elegido para estudiar mecanización agrícola en la extinta Unión Soviética”.
Rosabal Váldés a los 83 años tiene tareas aún por cumplir por esta Revolución, que guiada por el máximo líder histórico y Raúl, ha ayudado a edificar. “Tengo responsabilidades en el núcleo del Partido Comunista de Cuba (PCC) y asumo tareas orientadas por la Asociación Nacional de Combatientes de la Revolución Cubana (ANCRC). Todavía puedo aportar algo más”.