Los mayas lograron en sus esculturas las mismas expresiones faciales que se dan hoy día
Alan Cowen y Dacher Keltner, investigadores estadounidenses, dieron a conocer en la revista Science Advances los resultados de un estudio que los llevó a determinar que las antiguas civilizaciones de Mesoamérica lograron representar artísticamente expresiones faciales que siguen vigentes hasta nuestros días.
Con ayuda de siete bases de datos de museos, los autores analizaron miles de estatuillas y esculturas elaboradas por las civilizaciones maya y olmeca en México y Centroamérica, que datan de hace 2.500 años.
De ese universo seleccionaron 63 figuras, que retratan sujetos dentro de contextos identificables y son representaciones perceptibles y explícitas sobre rostros. Así, por ejemplo, había entre ellas figuraciones de la tortura, la práctica de un deporte, el cuidado de un bebé, la carga de un objeto pesado o la escena de un abrazo.
Los rostros plasmados por los mayas y olmecas retrataban el asombro, el dolor, el júbilo, la tristeza, la ira, la tensión y la determinación.
Después, los investigadores preguntaron a 365 hombres y mujeres de Occidente, con edad promedio de 35 años, qué sentimientos les transmitían los rostros de las figuras y, para evitar cualquier sesgo, les escondieron todo cuanto pudiera describir la escena que representaban. A la par, hicieron un segundo experimento con otros 114 participantes, a los que pidieron etiquetar sentimientos o estados emocionales en función de las situaciones representadas en las esculturas, ahora sin mostrar los rostros.
Los resultados arrojaron muchas similitudes en cuanto a los sentimientos asociados por cada uno de los dos grupos de participantes.
Universalidad de expresiones
“No tenemos un conocimiento directo sobre los sentimientos de las personas de la América antigua”, señalaron los investigadores. No obstante, añadieron, los resultados comprobaron la universalidad de al menos cinco tipos de expresiones faciales: aquellas asociadas al dolor, la ira, la determinación o tensión, la euforia y la tristeza.
“Estos hallazgos apoyan la noción de que estamos preparados biológicamente para expresar ciertos estados emocionales con comportamientos particulares”, concluyeron Cowen y Keltner.